El almanaque, aunque no el termómetro, me dice que estamos en otoño.
Yo detesto el frío. Me pone de mal humor, me dan calambres y contracturas, me visto como una cebolla y tirito de chuchos constantemente. Pero como en el yin yang, todo lo malo tiene algo de bueno y el yin de mi otoño-invierno son los zapatos.
Las botas caña alta, media y baja, las botinetas, los zapatos, los stillettos, las chatitas; con taco y sin taco, de cuero, de nobuk, de gamuza, de charol, y miles de etcéteras. Las vidrieras se llenan de cosas preciosas (mucho más lindas que en verano) y a mi se me cae la baba en cuanta vitrina me muestre la nueva colección.
Por lo general me cago en que todavía haga calor y empiezo a comprar. Arranco la temporada con dos pares, uno del color de la temporada y otro bajo y sin taco, negro o marrón, para andar todos los días. Cuando vamos llegando a agosto, me compro algún otro par que se este liquidando. Ya se que tres pares no es demasiado, pero recuerden que siempre fui una personita de recursos económicos limitados.
Cuál es el problema ahora? Cuál es el trauma del día?
Que mi presupuesto limitado acaba de recategorizarse en nulo.
Estoy conteniéndome, atándome a un árbol, autoabofeteandome para no ir por Santa Fe a chusmear, porque para mi mirar es imposible y siempre termino sacando la Visa. Eso, con las cuotas de mi aspiradora, unos jeans de Charly y el aire acondicionado implicaría que la señorita vendedora me rechace el plástico y pase el verano de mi vida. Que ironía, en pleno otoño…
Lo peor es que ahora todo lo veo en su versión zapatos. Por ejemplo, en este momento Tito esta en el taller. Son 350, me dijo mi padre, y automáticamente pensé que bien podrían ser mis botas negras de uso diario (las cuales tengo que comprar si o si porque regale las del año pasado). Ayer en la reunión de consorcio hablaban de aumentar las expensas y yo me despedía mentalmente de esas hermosas botinetas verdes vi en la Shop.
Encima la gente tiene el tupé de decirme que tengo un montón de zapatos! Vení para acá, escuchame una cosita, te voy a explicar, a) no tengo ningún montón, montón tendrá Madonna, b) regalo zapatos permanentemente, soy una chica solidaria y desprendida, c) lo que pasa de moda no se stockea, hacé de cuenta que no existe, si todavía lo tengo es porque me salió un ojo de la cara y tengo la esperanza que la moda vuelva y d) justo justito ese color que quiero no lo tengo, okey?
Uff, me descargue!
Pero no me siento mejor por eso, no se crean. Ahora mismo, mientras tipeo con mis pies descalzos sobre el puff blanco, los veo tan pequeños, tan desprotegidos, tan desnudos… Y yo sin poder hacer nada por ellos.
Está por empezar el invierno y al parecer voy a enfrentarme al mismo sin el único incentivo capaz de motivarme a vestirme en las mañanas. Estoy condenada a pasar por la estación más cruel de año, la que me obliga a andar doblada de frío y con la cabeza agacha, sin siquiera algo bello cerca del suelo a donde dirigir mi mirada.
Snif, se me pianta un lagrimón, carajo!