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viernes, 30 de abril de 2010

Home sweet home II

(…)

Recorrimos esas cuadras despacio y con balizas llevando el escritorio en el porta equipaje del auto. Estaba ansiosa, inquieta, quería llegar. Mi abuela estaba acelerada, como siempre y mi viejo con su mal humor natural. Ya era de noche y me dió pena saber que no podría verlo con luz de día.

Estacionamos y bajamos el escritorio. Todo parecía demorar más de lo normal. Insisto, estaba ansiosa. Cerrar el coche, abrir la puerta, esperar el ascensor, los segundos eran de chicle.

La cuadra me dio un poco de miedo. Ya estaba oscuro y a decir verdad mudarme sola, vivir sola, me daba miedo, pero me resultó bella, simple, casas bajas algunos duplex, bastante arbolada… El hall de entrada me pareció grande, limpio y moderno; había sido refaccionado recientemente.

Entramos al ascensor y marcamos el numero 3. Descubrí que solo había 8 pisos, vaya uno a saber por qué siempre supuse que eran más…
Al bajar del ascensor y encontrarme en el pasillo no supe para donde ir, por lo que seguí los pasos de mi abuela. Ella tiene mejor memoria y había estado ahí esa misma tarde. Al final del pasillo una puerta de madera decorada únicamente con una E de metal se presentaba ante mi como la apertura a una nueva vida.

No se como expresar lo que sentí cuando la puerta se abrió. Me hubiera gustado estar sola para disfrutar de ese momento de silencio conmigo misma, pero mi árbol genealógico me acompañaba. Del departamento recordaba poco, hacía 2 años que no lo veía. Me pareció más grande que el de mi imagen mental y supuse (y estuve en lo cierto) que era muy luminoso. Si no hubiera sido por el olor a perro que había, la imagen hubiera sido perfecta. Eso me devolvió un poco a la realidad, cerre la puerta tras de mi y me dedique a inspeccionarlo.

Lo recorrí completo.

Que amplio es el living pero el piso es feo, no me gusta. Voy a necesitar muchos muebles para llenarlo. Vos decís que el futón que vimos ira bien acá? Hay que medir… Mmm falta pintura, pero bueno, ahora no tengo un mango. Si, pa, poné el escritorio en aquel rincón, qué se yo dónde va a quedar, después pienso. A ver el balcón... Uy que lindo, y mira pa, tengo vista al jardín, que hermosos árboles! Y la cocina, que chiquita! Bue, comparada con la de mamá cualquiera es chica, no? Ah pero tiene lavadero, no me acordaba, che que grande que es!!! Mirá el baño vieji. Es simple, pero tiene todo lo necesario. Con un vanitory y una linda cortina estoy hecha. Esta será mi habitación, bah, es la única que hay… Ah viene de esta alfombra el olor a perro, voy a tener que lavarla. Si abuela, algún día cambiaré todo el piso pero por ahora me conformo con lavarla. Así que tenían un perro viejito? Pobrecito. Yo también voy a tener uno… Tengo que medir a ver si el placard que vimos entra bien, ah vos mediste ya? Joya. Que buen ventanal, necesita cortinas hasta el piso. Blancas, abuela, en el cuarto todo blanco! Cómo, ya nos vamos? Un rato más… Vayan, yo me quedo. Uh bueno, bueno, ahí voy, pero dejame las llaves que mañana a primera hora estoy acá.

(…)

jueves, 29 de abril de 2010

Home Sweet Home I

La situación era insostenible. No daba para más. No veía la hora de tener mi casa, de tener un lugar a donde quisiera llegar, a donde me gustara pasar el tiempo, rodeada de mis cosas y regida por mis reglas.

Ese lugar estaba. Existía. Me esperaba. O mejor dicho lo esperaba yo a él.

Con la venta de la quinta se había comprado un departamento de dos ambientes. Si, si, una casa con terreno en provincia equivale a un dos ambientes en zona sur de capital federal, tristísimo. Pero para cuando se realizó la transacción yo no contaba con los medios como para habitarlo, por lo que se alquiló.

Así lo vi alejarse dos años en el tiempo. Para ese entonces ya me incomodaba vivir con mi papá, pero él se ocupó que en ese tiempo mi malestar se acrecentara potencialmente mes a mes, día a día, hasta concluir que solo mi vieja lo banca aunque merece estar solo. Igual, debo decir, que a la distancia nada se ve tan grave y aprendí a quererlo nuevamente.

Durante ese tiempo me tuve que ocupar de convencer a mi viejo que me sirva de garante, de calmar el llanto de mi vieja causado por la ida de su única hija, manipular a mi abuela para que haga su parte con mi abuelo, pelear un precio bajo de alquiler y hacerles creer a todos cuan responsable y solvente era yo. Al menos lo suficiente como para vivir sola.

La parte más complicada fue convencer a mi abuelo, primero de que me alquile el depto y segundo del beneficio de un precio preferencial. Y cualquiera que me escuche (o me lea) dirá, que yegua, pobre viejo, un jubilado al que le reducen los ingresos por los caprichos de su nieta. Pero no es tan así.

Por un lado, mi departamento contrajo una pequeña deuda por gastos inmobiliarios que se pagó con gran parte de los alquileres, por lo que tampoco mientras estuvo alquilado pudo aumentar sus ingresos. Y por otro lado, el departamento es de mi viejo, heredado de sus padres en vida y siendo yo hija única, lo pongan como lo pongan, en definitiva es mío. Y si continúo con los motivos, para qué tener una propiedad si no podés ayudar a tu hija/nieta/familiar/loquesea?

Para enero del año pasado ya tenía el ok de todos, menos el del nono, pero de eso se encargaría mi abuela. Igual debía mantener todo bajo el manto de la discreción, ya que si mi tía (hermana de mi viejo) se enteraba pondría el grito en el cielo por más que ella nada tenía que ver con esta propiedad.

En teoría el contrato se vencía en julio, pero alquilarlo a una persona conocida nos obligo a ofrecerles quedarse el tiempo extra que deseen. Nunca me quejé y lo entendí plenamente, pero la fecha incierta hacía que mi maratón hacia la independencia tuviera una meta difusa.

Mientras tanto yo seguía averiguando precios de todo lo necesario para mi mudanza, pero estaba atada de pies y manos para la compra por la falta de lugar donde poner las cosas, básicamente.

Sólo me animé a comprar el escritorio para la computadora, ya que en la casa de mis viejos siempre había usado una mesa que en mi nuevo hogar serviría (y lo sigue haciendo) para comer. Como digo yo, es la mesa que está destinada a jamás cumplir su verdadera función: es una mesa de cocina, que sirvió de escritorio y ahora decora mi living.

Un fresco día de otoño me confirman que el escritorio estaba listo y podía pasar a buscarlo esa misma tarde. Negada a pagar un flete, le pedí a mi viejo que me lleve a buscarlo y que invente una forma de meterlo en el coche. Cuando estábamos en camino mi viejo me dice:
- Sabés donde esta la abuela en este momento?
- mmm no, dónde?
- En la inmobiliaria…
No terminó de decirme eso, cuando mi celular sonó. Era mi abuela:
- Ya tengo la llave!

Con el auto en marcha nos dirigimos a la casa de mi abuela, se subió al coche y partimos los tres llave en mano hacia el departamento.

(...)


Este es el escritorio en cuestión, y el porta CD´s haciendo juego.

martes, 27 de abril de 2010

Qué se supone?

Una chica que solía ser mi amiga cuando niñas y un noviecito que tuve en mi temprana adolescencia se casaron el año pasado. Mi reacción fue de sorpresa. Nada más. Qué otra reacción podría tener?

Hoy, por terceros, me entero que nació su primer hijo... Sabiendo que estaba embarazada, era esperable, algún día nacería. Ese tercero me pregunta al respecto (literal eh) QUE SE SIENTE?

Todavía le estoy dando vueltas a la pregunta…

Una persona enamorada hasta la médula, conviviendo hace un año, con fecha de casamiento y con varios años de vida útil de su útero:
QUÉ SE SUPONE QUE DEBA SENTIRRRRR?

martes, 20 de abril de 2010

El paraíso

Redacté una carta para ella de tres hojas frente y dorso en donde me despedía. Le agradecí los momentos compartidos, los que si no fuera por ella no hubiera vivido. Le dije cuanto significaba para mi, que siempre la recordaría y dejé una promesa de volvernos a ver en algún futuro. Le recordé algunas de nuestras aventuras juntas y todo lo aprendido gracias a ella. Rememoré el pasado y me di cuenta que ella siempre había estado ahí. Le mencioné que por su causa de vez en cuando dejaba de ser la señorita siempre limpita, arregladita, de punta en blanco, para revolcarme con ella, enchastrarme, y terminar agotada pero feliz. Y que las noches con ella eran mágicas pero los despertares, con sus ruidos diferentes a los acostumbrados me hacían sentir en el paraíso. Le dije que la amaba aunque era una obviedad, y le pedí disculpas por haberle sido infiel con una más joven y bonita, a la cual quise y disfruté, es verdad, pero no se comparaban. Lloré por ella y todavía la extraño.

Hace tres años que se fue. Que la dejamos ir.
Y se me hace un nudo en la garganta cuando pienso en ella.
Esa casa que compró mi familia, medio destartalada, que fue refaccionándose con el tiempo. A 30 minutos de casa, en zona sur, el paraíso. En donde se invirtieron más sueños que dinero. Que tenía aires de quinta, pero siempre dijimos que era de octava aunque para nosotros era de primera.

Todavía tengo mucho para agradecerle.
No solo me dejó treparme a sus árboles y me prestó su espacio para aprender a andar en bicicleta. Y pude crecer pisando pasto y comer los mejores asados del mundo semanalmente. No le bastó regalarme jazmines durante 20 primaveras y las más sabrosas ciruelas, los más dulces duraznos y esos higos que jamás volví a probar. No solo me enseñó a recuperarme de los raspones en las rodillas, a jugar con bombitas de agua, a armar la pelopincho. No se conformó con despertarme con olor a tierra mojada y el cantar de las chicharras. También, cuando se fue, me regaló estas cuatro paredes que hoy habito: mi departamento.
Me regaló un lugar donde plantar mis sueños junto con los de Charly, un punto de partida, nuestro lugar, donde formar una familia y donde somos felices.

Prometí volver a comprarla, algún día. No una parecida, la quiero a ella.

sábado, 17 de abril de 2010

Es lo que hay…

En los últimos días me contaron una historia (real y atroz) sobre dos amigos versus dos amigas en una noche muy hot y muy danger, que merecía publicarse en mi blog, pero no lo hice.

También pinché una cubierta, en plena lluvia, y mi compañerito junto con mi jefe me la cambiaron. Esperé a Charly para ir a la gomería, porque ni eso supe hacer. Al otro día debí efectuar mi pago con una chocotorta. Era digno de ser relatado, pero tampoco lo hice.

También agarré unos morlacos (pocos a decir verdad) y le cambié la onda a mi baño con cortina y alfombrita nueva. Con lo mucho que amo mi hogar podría haberme sentado a redactarlo pero mmm no, no se me cantó.

El jueves me hice la top y me fui a un desfile, en donde una amiga era una de las protagonistas. Vi pasar frente a mis ojos vestidos de novia y de noche caros y espantosos, fui insultada por una señora que pretendía que me corra porque no la dejaba ver mientras yo hacía malabares para sacar fotos, y descubrí que ser flaca y linda no son condiciones para ser modelo. De hecho, me replanteo ahora cuáles son las condiciones y no encuentro respuesta. Esto por supuesto podría haber significado un lindo descargo, pero tampoco me dieron ganas.

Qué me pasa?
Perdí la motivación?

Hoy este modelo80ypico está particularmente cansada. Pase el día fuera de mi casa, de aquí para allá y si estoy acá sentada es porque no da acostarme a esta hora un sábado y encima sola. Realmente tenía ganas de salir, pero el cuerpo no me respondió. Le dije a Charly que saliera con los pibes que yo me quedaba babeando la almohada.

Y me dije:
- Ela, hoy podrías actualizar tu blog…
- Mi qué? … Ah si, mi blog, ok dale.
Y salió esto. Sepan comprender.

lunes, 12 de abril de 2010

Pequeñas satisfacciones de fin de semana

• El olor a perfumito de lavadero de Tito y la satisfacción de descubrirlo blanco en vez de gris;

• Un jean de calce perfecto, en super liquidación, que vi a penas entré, me probé y en 5 minutos estaba afuera con mi nueva adquisición;

• Un vaso de cerveza siempre lleno rodeada de gente que no conocía, pasándola genial;

• El placard acomodado, con la ropa de invierno abajo, esperando que el frío me obligue a usarla;

• El abrazo de mi ahijada, su olor a bebé y sus carcajadas nuevas en el cumple de mi compadre.


miércoles, 7 de abril de 2010

My kitchen phobia

Si hay algo que me gusta hacer es cocinar.

De todas las actividades hogareñas es la que más disfruto. Me encanta hacerlo con una copa de vino cerca, con música de fondo que me haga bailar mientras pico cebolla, o con la tele de fondo. Sueño con esas cocinas enormes, con hornos grandes, mucha mesada y la alacena llena de mini-electrodomésticos, un ventanal enorme que de preferencia de a un jardín. Y si de pedir se trata, sería ideal que el jardín cuente con pileta. Me imagino batiendo huevos, con la brisa de afuera entrando por las ventanas, moviendo las cortinas y haciendo contraste con el calor del horno. Si hago un poco de fuerza puedo ver a Mía corriendo en el pasto, persiguiendo pajaritos.

Me gusta cocinar todo tipo de cosas. Cuando vivía con mis viejos solo tenía vía libre para expresarme con los postres, ya que mi mama es un poco celosa de su espacio y a mi viejo no le gustan los inventos cuando de comida se trata.
Una vez en mi nuevo hogar, los postres quedaron para ocasiones muy especiales, y las comidas gourmet le tuvieron que hacer un lugarcito a las básicas preparaciones frezzables: milaneses, empanadas, tuco, etc.

Por un tiempo la cocina me desilusionó. Me fastidiaba mucho pasar tanto tiempo limpiando un pecceto para milanesas que después solo servirían para salir del paso, empezó a darme asco tocar la carne cruda (todavía me da) y lo peor: todo me salía mal. Comida con mucho condimento o sin gusto a nada, algunas cosas medio crudas y otras demasiado tostadas, porciones exageradas o aptas para un obeso en recuperación.

Siguiendo los consejos de mi amiga Lina, volví a los sabores básicos, a condimentar poco, a preparar platos simples. De a poco, fui incluyendo algunos condimentos, sacando otros, mezclando sabores y de esa forma encontré (y sigo encontrando) las combinaciones que más nos gustan a Charly y a mi. La cocina y yo nos amigamos.

Pero hay algo de lo que no puedo escapar, que no puedo evitar. Algo a lo que le presto especial atención y dedicación y sin embargo me sigue pasando. Cada vez que viene alguien a comer a casa yo quemo la comida. Paso horas encerrada preparando algo especial para homenajear a mis invitados y cuando lo llevo a la mesa parece que pase la tarde depilándome o viendo a Rial mientras dejaba la comida carbonizarse en el horno. Me desarmo en disculpas y excusas, que por lo general son bien recibidas y me insisten en que no me preocupe, pero yo se que para sus adentros piensan que soy una inepta. Y tienen razón!

En fin, creo que voy a empezar a pedir una grande de muzza cada vez que venga gente porque le estoy descubriendo un montón de beneficios: puedo efectivamente pasar la tarde depilándome, no me mato cocinando como una esclava y por ende no me canso, puedo hasta dormir una pequeña siesta, si la comida no les gusta no me hago problema ni me siento culpable porque no la hice yo. Y sobre todo, cuando el chico del delivery toque timbre mis comensales se verán obligados a abonar la mitad. El negocio es redondo. Yo pongo la birra, vos traete el postre que "El Globito" nos alimenta.

De esta forma, dejo mis inventos culinarios para la intimidad, para deleitar a Charly y luego obligarlo a lavar los platos y para, por qué no?, cocinar en bombacha el día que se decida a regalarme ese delantal que tanto le pido. Y de ser posible, combinarlo con el gorrito.

viernes, 2 de abril de 2010

La vida en espejo

Una vez me dijeron, con mucho fundamento (aunque no lo recuerdo y no pienso ponerme a buscar en internet las bases teóricas de lo que voy a decir), que uno se repite en el tiempo. Que la vida es una suerte de espejo. Que se pasa por momentos de retroceso interior que lo hace a uno sentirse como cuando tenía la mitad de la edad que declara, y que lo mismo sucederá cuando se tenga el doble.

Cuando me contaron esto yo acusaba 22 primaveras y me sentía igual que a los 11. Estaba redescubriendo mi femineidad, luego de sentirme por mucho tiempo un varoncito más. Algo así me paso a los 11 años cuando mi cuerpo se revelo y me hizo “señorita”. Demás está decir que a los 22 la pase mejor que a los 11.

Pasé por un período de sutil maquillaje diario, compraba accesorios que combinen con la vestimenta del día, dejé un poco de lado las converse, cambié el corte de pelo, creía entender como manejar a los hombres, me sentía sexy y me di cuenta que era linda.

Ahora con 25 me cuesta ponerme a pensar que pasaba por mi cabeza a los 12 y medio, pero más me preocupa donde voy a estar a los 50.

Aparentemente para mis 5 décadas voy a anda por la vida sin maquillaje, odiando que la casa se ensucie al instante de terminar de limpiarla, aburrida de mis días todos iguales, con serios problemas financieros, con una profunda necesidad de cambios y re podrida de soportar el fluctuante humor de Charly.

Para que eso no pase, o se atenúe, debería amigarme con el rimel, aprender a vivir con los pelos de Mía, recibir un aumento de sueldo, emprender proyectos nuevos y especialmente tener una seria conversación con mi novio.

Así como estamos, no llegamos a Noviembre eh.

Ah, al final nunca lo conté. La noticia que guardaba es que en teoría (lo de “teoría” lo agrego yo) nos casamos en Noviembre.

jueves, 1 de abril de 2010

Reflexión 1.0

Últimamente estuve pensando y el amor está sobrestimado.

Sabés qué? Con AMOR solo no hacemos nada.