Me bajé de la cama y caminé en punta de pies entre la mezcla de brazos y piernas que había desparramados sobre los colchones. Estaba completamente colorada y evité las miradas de todos. Llegué al lugar donde debía recostarme y lo hice, mirando al techo.
Me dijo tu amigo que venga para acá. Uno de los chicos preguntó con muy poco tacto si yo le gustaba a Juan y él respondió que si. Después me pregunto a mi y me reí, afirmando. Entonces, dense un beso. Yo no paraba de reírme, de nervios por supuesto. Entonces Juan me mira, se incorpora dejando su cara sobre la mía todavía en la almohada y me dice: Empezamos? Y me besó.
Es fácil 10 años después decir que fue un comienzo espantoso, que no hizo nada por conquistarme y que no es forma de decirle a alguien que le querés dar un beso, pero más vergonzoso es reconocer que en ese entonces pensé exactamente lo mismo. No fue un buen beso, estaba incomoda, no me podía mover, él tenia el control completo del beso en cuanto a intensidad y duración. Los primeros besos con alguien raramente son buenos… Gracias a Dios después mejoran.
Era evidente que mucho más en esa casa no podíamos estar. Todavía era relativamente temprano, pero calculo que ya había pasado la medianoche. Teníamos que buscar la forma de irnos a dormir todos enfrente, los chicos y nosotras, que no teníamos permiso. No recuerdo como convencimos a mi abuela y cruzamos todos con los colchones a dormir en la otra casa (es una forma de decir, por ese entonces era un terreno con una pileta y una cancha) a merced de los mosquitos.
Ana se acostó cerca de su acosador, yo a lado de Juan y los demás desparramados por ahí, aunque estábamos todos juntos. No tengo la menor idea que habrán hecho lo demás. Solo recuerdo que con Juan pasamos la noche conversando y dándonos besos. Mirando las estrellas en ese cielo despejado de verano me señalo Marte. Nunca antes lo había visto. Me regaló ese planeta y tiempo después me escribió una canción sobre esa noche y nuestra estrella.
Supongo que en algún momento, bien entrada la madrugada, nos habremos dormido. Nos despertó el sol bien temprano y de a poco fuimos organizándonos para ir a desayunar a la verdadera casa. Comimos algo, nos pusimos la malla y toalla en mano volvimos a cruzar al paraíso.
El sol del nuevo día me trajo incertidumbre. No sabía si debía comportarme igual que la noche anterior o hacer de cuenta que no pasó nada y dejar los hechos escondidos en la oscuridad. Tenía que mantenerme suficientemente cerca como para que recordara mi existencia, pero a prudente distancia por si decidía ignorarme todo el día.
La incertidumbre duro poco. En cuanto volvimos a estar solos, y por solos me refiero a lejos de la vista de mi abuela, volvió a besarme con igual intensidad que horas atrás.
A Juan nunca le gustó el futbol y como había llevado la guitarra pasamos el día cantando canciones de Calamaro, nadando en la pileta y fumando colillas de cigarrillo, las mismas que habíamos regado por el suelo el día anterior sin darnos cuenta que se nos acababan los puchos y no había plata para comprar más. Y aunque la hubiera habido, en provincia un domingo a la mañana lo único que podes conseguir es pan y diarios, ni en pedo un kiosco.
Al bajar el sol emprendimos la retirada. Mi abuela, obstinada como siempre, quería volver en colectivo, pero con Ana esgrimimos muy bueno argumentos, se ve, porque la convencimos de hacerlo en tren. Con mi abuela delante había que cuidarse del contacto con Juan. Una persona mayor no entiende de besos sin compromiso entre adolescentes y más cuando una de las partes es su nieta de 15 años.
Durante el viaje en tren concluimos que algo había que inventar para decirle a mi abuela y dejarla contenta. Lo pensamos todo el viaje con Ana, pero no sabía como decírselo a Juan, no podía acercarme demasiado a el. Mi abuela sabía que conocía a varios de los chicos, pero en teoría Juan y yo no nos conocíamos. El mejor nexo de contacto era mi primo, pero como había plantado cara de culo al vernos llegar a la quinta y aun más cuando Juan y yo nos besamos, no era de ayuda. Todo lo contrario, corría el riesgo de que le diga cualquier cosa a mi abuela o lo que es peor, que le diga la verdad: No hay nada entre ellos, solo se dieron unos besos.
En constitución nos tomamos el bondi, y eso significaba que me quedaban 10 minutos para inventar algo con respecto a Juan. Se me ocurrió decir que éramos novios desde hace unos días y dentro de una semana o diez días decirle a mi abuela que nos habíamos peleado. Eso justificaba mi accionar ese fin de semana y aplacaba la moral de mi abuela. Ahora me tocaba avisarle a Juan de mi plan…
Juan me encantaba, pero debo reconocer que en ese momento estaba mas preocupada en quedar bien ante los ojos de la chusma de mi abuela que en procurar que lo nuestro con Juan durase algo más que un mísero fin de semana.
Me acerco a la parte del bondi donde estaba Juan y le digo:
- Le voy a decir a la vieji que somos novios hace cosa de una semana para que no me de clases de moral y dentro de unos días le digo que nos peleamos, si?
- Esta bien, pero vos querés?
Y mi cabeza pensó “obvio que quiero hacer eso, te lo estoy diciendo” y respondí:
- Sí, quiero - Y ahí entendí, me estaba preguntando si en verdad quería ser su novia. Pensá rápido, pensá rápido y respondí:
- Ah, Nooooo… - Tarada!!! Cómo le vas a decir que no? - Eh… si, no, si, no se, vos querés?
- Y si, por algo te lo estoy preguntando…
- Ah, ok, quedamos así.
Y volví a mi lugar, donde estaba Ana y le dije:
- Ana, tengo novio.
3 somatizaron conmigo:
Para mi amiga Nara, que pedía más... jajaja
Leccion Nº 1 de cómo hacer que nuestreos hombres digan exactamente lo que queremos oir!!!!!
que maestra!!!!!
jajajaja Ahora sí!
Lina tiene razón, una maestra!!
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