Durante mi infancia, para esta fecha, mi papá me llevaba al parque a buscar pasto. Mi mamá disponía de un par de tuppers donde colocar dicho yuyo, con su respectiva agua y yo insistía en dejarles galletitas de postre.
Mis padres siempre tendieron a inculcarme más la creencia de los Reyes Magos que la de Papá Noel. Cuando al crecer les pregunté los motivos me explicaron que los Reyes Magos sí existieron, y sí les llevaron regalos a Jesús al nacer. Santa Claus, en cambio, era pura invención. Entonces, “la mentirita” de los regalos les parecía, y concuerdo, más sutil.
Los 5 de enero, al caer la noche, procuraba dejar bien a la vista los alimentos, si, pero aún más mis absolutamente todos pares de zapatos. No quedaba ni uno dentro del placard. Como si a más cantidad de zapatitos más cantidad (o mejor calidad) de regalos.
Mis viejos, que se levantaban a oscuras en medio de la noche para depositar los paquetes, me han confesado que solían tropezarse con mis zapatos regados por el living. Debían guardarse los insultos para sus adentros.
Yo creo que ampliaron el departamento y me concedieron una habitación cuando se cansaron de cosas como esta…
Un día como hoy, 20 años atrás, recibía mi primera bicicleta. Esa rosa y negra, con la cara de Minie Mouse en el frente. Esa tres rodados más grande que solo podía usar con rueditas. Esa que recién 3 o 4 años después, cuando me quedó oficialmente chica, pude usar para aprender lo que dicen que nunca se olvida.
Feliz día de Reyes para todos. Espero que les hayan traído lindos regalitos.
Yo dejé agua y pastito, pero Mía se levantó de madrugada con sed y el pasto lo usó para purgarse. Creo que debe ser por eso que no me dejaron nada. Y estoy analizando si el regalito del balcón es la purga de Mía o la venganza del camello…