Al llegar la informaron que era tarde y nada podían hacer por ella. Guardó silencio, dio lástima y le indicaron que averiguara en aquel otro sector, pero probablemente debería volver otro día.
Caminó por el largo pasillo buscando una cara amigable a la cual solicitar ayuda y cuando visualizó a dos hombres jóvenes no lo dudó.
- Esperame acá, esto lo arreglo yo.
Se acercó despacio, con voz suave y baja. Puso modo “niña tonta” on y explicó su situación. Dio resultado. No le importó ver hilos de baba caer por el mentón de esos hombres, ni que indagaran sobre sus planes para esa noche, ni que intentaran conseguir su número de teléfono. Su sonrisa pícara no se desdibujó en ningún momento, no dudó en realizar promesas falsas ni en mostrar simpatía al extremo. Tres minutos después su trámite estaba iniciado. Tenía medio objetivo cumplido.
- Tenemos que esperar a ser llamados en aquella sala. Si es mujer entrás vos, si es hombre entro yo.
La llamaron por nombre y apellido y tuvo que pasar sola. Se sentó en el escritorio de ese joven muchacho con hormonas revolucionadas y optó por soltarse el pelo y jugar con un mechón.
Como él no entablaba demasiada conversación, se propuso encontrar un tema que justificara su seducción. Y lo encontró: cumplían años el mismo día.
Conversaron unos minutos mientras llenaban formularios, sobre sus edades, sobre sus estudios, sobre los planes para esa víspera de sábado. Ella lo miraba a los ojos y él estaba extremadamente colorado, pero no la amedrentó. Hasta que un número de tres cifras le borró la sonrisa.
- Por exceso de velocidad en autopista son $180.
- Qué? Me estás cargando?
- No. Pero bueno, solo por ser vos te la voy a perdonar.
Ese jovencito despidiendo de a poco su adolescencia sucumbió a los encantos femeninos y hasta le dio su número de celular. Ella lo aceptó y lo saludo con un beso. No vaya a ser cosa que se arrepienta y la obligue a pagar la multa.
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Hace 1 año