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domingo, 31 de julio de 2011

La Luna

Cómo empezar a explicar la pena que siento, el dolor profundo en el pecho, la angustia y el llanto que desde ayer se apoderó de mi? Podría contar la historia de cómo ella llegó a mi vida, de cómo a veces el destino te obliga sin tu consentimiento a hacer esas cosas que uno no aprueba. Tal vez hablar de todos los motivos que se encuentran para pensar que “si se dio así fue porque era lo mejor”, pero no se encuentra consuelo en esa teoría…

La conocí el 20 de julio pasado, cuando tocaron a mi puerta. Abrí sin pensar que recibiría así el mejor regalo para el día del amigo: una nueva mejor amiga.
Fueron astutos. Tocaron la puerta de alguien que no daría vuelta la cara y se haría cargo de un problema del que nadie quería responsabilizarse. Y la vi ahí parada, temblorosa, tan pequeña, con la cola entre las patas que no pude decir que no. Y cerré la puerta, una vez que estuvo dentro.

Le di agua, leche, alimento, amor y un nombre: Luna.

Al otro día recibió un baño, y la llevé al veterinario. Dijo que estaba un poco flaca y que necesitaría antibióticos por una pequeña infección en el útero. Recomendó además castrarla a la brevedad si con medicación no solucionábamos ese problema. Fuera de eso, estaba perfecta, hermosa, mágica. Fue desparasitada y con una pipeta nos deshicimos de sus pulguitas.

Comenzó así para mi la tarea de encontrar un adoptante para Luna. Con Mía ya es bastante para un 2 ambientes. Y a pesar de estar mejorando a pasos agigantados de su afección en el útero, mis amigos proteccionistas me recomendaron castrarla.

Tuve mucha suerte en encontrar un turno tan pronto. Charly y yo llevamos a Mía para que pase la tarde con sus abuelos y nos dirigimos a la clínica con Luna para realizar su castración.

Le aplicaron una inyección al llegar y nos la dejaron unos minutos hasta que hiciera efecto. Notamos a la brevedad que comenzó a despedir mucho flujo, así que cuando llegó su turno explicamos acerca de la infección que había tenido. No dijeron que si su útero estaba comprometido tendrían que extirparlo junto con los ovarios.

Sostuve su cabeza mientras le aplicaban calmantes, suero y anestesia. Y cuando se quedó dormida la bese y le hice prometer que se despertaría luego de la intervención. No se asusten, Luna cumplió.

La cirugía duro unos 15 minutos. Al finalizar una de las veterinarias se acerco y si mayores preámbulos nos anunció que estaba preñada, por lo que habían tenido que extirpar el útero entero con sus respectivos fetos. Creo haberle gritado, y reclamarle que debían haber cancelado la cirugía, o al menos tener la delicadeza de consultarnos al respecto. Dijo que no había opción, ya que con las drogas suministradas los cachorros ya estaban condenados.
Según el cirujano, tenia 10 días de gestación, máximo 15. Diez eran los días transcurridos desde que la recogimos…

Lloré y le pedí perdón, sumida en una profunda culpa. Charly me calmaba diciendo que si las cosas se dieron así fue porque de otra forma el problema hubiera sido mayor, que nadie adoptaría un perra preñada y que hubiéramos tenido que conseguir varios hogares para los cachorros. Y yo entendí, comprendí, fui capaz de ver esto en perspectiva, pero no mitiga mi dolor. No es la forma en la que entiendo y honro la vida, por eso me duele. El concepto de pagar para que aborten a mi perra, no me deja dormir en paz, me hace miserable y me aniquila.

Luna paso la tarde de ayer recuperándose. Solo dejaba de llorar cuando la abrazaba, así que estuve tirada en el piso a su lado dándole mimos y calor. Hoy esta mucho mejor, ya camina, mueve su colita y pide mimos.
Ojala no me guarde rencor. Ojala consigamos la familia que ella se merece.
Hice un pacto con ella: si en un mes no aparece un hogar digno de ella, con amor y dedicación garantizado, se queda con nosotros. Charly estuvo de acuerdo. Porque La Luna sale para todos, aunque no todos somos capaces de apreciarla en plenitud.

[Ella es Luna... Y uds. que piensan? Necesito de sus palabras de consuelo…]