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sábado, 30 de enero de 2010

Amiga divertida, se busca

Estoy pensando en poner un aviso en el diario. O mejor en Internet. No quiero vender el coche, ni el departamento, ni a mi novio (todavía). Quiero nuevas amistades. No quiero deshacerme de las viejas, pero me encantaría tener amigas que no sean noviodependientes y les guste salir de noche.


No pretendo volver borracha todos los domingos, no es mi onda, pero me encantaría que cuando tenga esos deseos irrefrenables de ir a bailar y disfrutar una puta noche tener con quien hacerlo.


Tengo amigas de toda la vida, como Ana, mi comadre. Pero esta casada y tiene una beba, por lo que eso la quita del juego. Después están Lina e Isa, juntas formamos un trío. Isa está de novia desde que la tierra estaba caliente y su relación es en cierta forma similar a la mía con Charly: pasan todo el tiempo que pueden juntos pero también se hacen espacios para sus amistades. El tema es que a ella ya se le paso la onda boliche. Ojo, a mi también, pero de vez en cuando me vuelve, me acuerdo que soy joven, que me gusta bailar y simplemente me dan ganas. Lina lleva casi 4 años de relación con un chico un tanto machista y no le gusta que vaya a bailar, y por más que ella diga que tampoco le gusta, las veces que hemos ido tuvimos que despegarla con espátula del parlante y abrirle los dedos con una pinza para que suelte el vaso de Baileys.


No me voy a poner ahora a hacer la lista de mis amistades, pero vale mencionar que excepto ellas y algunas otras que no mencioné, y no vienen al caso, todas las demás se mantienen cerca mío mientras están solteras. En cuanto cazan algún chongo se olvidan de sus amigas y dedican su vida a ellos, con el objetivo de mostrarles cuan fantásticas son, divertidas y copadas. Eso les quita tiempo para sus amigas, obviamente. Y cuando el muchacho en cuestión comete el error de formalizar, el objetivo se transforma en demostrar que son chicas de su hogar que por supuesto no van a bailar. Cómo van a hacer eso?


He tenido amigas, con las que salía todos los fines de semana, que se borraron literalmente de un día para el otro y terminé enterándome por terceros días más tarde que estaban de novias.


También otra que, estando soltera, prefería no salir conmigo porque yo era competencia. Esa era una tarada, porque por aquel entonces yo andaba noviando, entonces dónde está la competencia? Y aunque no lo hubiera estado, es todo una cuestión de seguridad, yo no me considero competencia para nadie, pero si alguien tiene problemitas de autoestima no es mi problema.


Recuerdo también algunas amigas (hoy pongo en duda la utilización del termino para todas estas ridículas que estoy mencionando) que solo estaban a mi lado cuando yo estaba mal, triste, angustiada o lo que sea por cualquier situación, y en cuanto la vida esbozaba una leve sonrisa a mi favor, salían despavoridas. Hace poco alguien me dijo que hay personas que les gusta estar cerca de otras “en desgracia” y así sentirse mejor consigo mismas. Triste pero real. Y lo puedo asegurar, porque me he cruzado con ese tipo.


En fin. Volviendo al punto, me gustaría tener amistades que me llamen y me digan, qué hacés el viernes? Hay un barcito nuevo que quiero conocer, te copás? o cosas por el estilo. Mi aviso diría algo así: Joven mujer modelo 80 y pico busca nuevas amistades, divertidas, copadas, con ganas de salir. Ofrece puchos y medio de transporte. Contactar por Blog. Preferentemente zona sur de Capital.


Esto último solo por el temita que después me toca hacer de remisera jeje.

miércoles, 27 de enero de 2010

Maldito mundo desigual

No tengo ideologías comunistas, es más, mi forma de pensar se podría acercar más al capitalismo. No por los millones que gano al mes, sino por el concepto de esfuerzo para la superación, el saber que si tenés algo es porque te rompiste el culo y te lo ganaste y no porque te lo regaló el estado. Igual reconozco que hay un dejo de idealismo en mi concepto…


En fin. A mi no me quita el sueño la lucha de los piqueteros, es más, me molesta e indigna. No me mueve un pelo que las villas estén llenas de niños porque considero que la gran mayoría de sus padres esta ahí porque quieren. Y tienen media docenas de hijos al año un poco por falta de educación pero sobre todo porque les conviene. Y sino averigüen cuanto paga la turra de Cristina por cada hijo, con mis impuestos y los tuyos obviamente.


Tampoco me afecta el hecho desigual de ser una laburante, que todo le cuesta el triple que a la mayoría, no tuvo la suerte de nacer en cuna de oro y siempre la peleó de abajo, y aparentemente lo seguiré haciendo. No me perturba que mientras haya gente que viaja por el mundo yo no llegue a fin de mes. No me siento menos que los que comen semanalmente en Puerto Madero, ni que los estudiantes que los padres bancaron la carrera, ni a los que les regalaron un coche con el primer 8 que se sacaron. Ni siquiera, con este calor, me siento menos que los que veranean en Punta. Al contrario, mi sacrificio me da una sensación gratificante de vez en cuando, que me hace recordar los padecimientos propios y familiares que me pusieron donde estoy.


Lo que me trastorna, me frustra, me amarga la vida es la desigualdad de los que no la merecen. Y hablo de los animales, sobre todos los perros.


Ya es sabido que los amo con locura y dediqué un post entero hablando de ellos. Desde que decidí adoptar a Mía se reforzó no solo mi amor hacia estos fieles compañeros sino mi espanto ante seres humanos? que los desprecian y maltratan. Camino por la calle y cada vez veo más perritos sucios, flacos, solos, tristes. Y si tengo la mala suerte que me siga alguno llego a casa llorando de impotencia. Ahí pienso que me encantaría tener una casa grande con terreno para albergar a todos esos bichitos que me cruzo en el camino y darles el amor que se merecen.


Lo peor del caso es que la gran mayoría de esos perritos no nacieron en la calle, sino que alguien los adoptó seguramente en alguna plaza, los llevó a su casa, jugó con ellos, y luego se aburrieron, dejaron de prestarles atención hasta que decidieron abrir la puerta de su casa y sacarlos para siempre de sus vidas. No me entra en la cabeza que alguien pueda hacer eso, pero evidentemente pasa y mucho.


Yo vivo en capital, pero en una zona de muchas casas bajas y pocos edificios. Ésta zona tiene un aire a provincia que me encanta, me hace recordar al barrio donde teníamos la quinta… Y aclaro esto porque fue cuando me mude a este barrio que empecé a cruzarme con 3 o 4 perritos por cuadra, y ni hablar de la docena de gatos que vive en el jardín de mi edificio.


El lunes apareció en la puerta de mi casa una perrita hermosa, con los ojos amarillos más profundos que vi en mi vida. El primer día me hice la tonta, como trato de hacer siempre, sino no se puede vivir. Ayer ya le bajé comida y agua e intenté acercarme a ella, pero no lo conseguí. Está muerta de miedo pobrecita, no ladra, no molesta, según el portero no come tampoco. Charly no me dejo entrarla, y en el fondo tiene razón, no me puedo hacer cargo de todos los perros con los que me cruzo. Estoy destruida. No puedo explicar en palabras los ojos hermosos de esa perra, por eso adjunto foto. Me encantaría encontrarle un hogar, que sea feliz y reciba el amor que todos estos perritos se merecen. Se nota que ha sido abandonada, y hasta tuvo cría hace poco, motivo más que probable de su abandono.


Y ayer, después de bajarle comida, le decía a Mía llorando “que perrita afortunada que sos eh” y es verdad. Mía es cruza de cruzas, su propia madre fue recogida de una plaza donde la habían dejado abandonada al nacer, junto a la abuela de Mía. Ella podría estar ahora corriendo la misma suerte. Me duele esa posibilidad, pero más me duele saber que somos muchos los que adoptamos bichichos pero no los suficientes. Me duele ver los que no corren con la misma suerte, los que no tienen agua fresca en estos días de calor, ni cobijo los días de invierno, los que no reciben amor.


Esa es la desigualdad que me aniquila, la de los que no la merecen, la de los que si les dieran una oportunidad llenarían la vida de sus dueños de amor, besos, cariños y juegos. Solo quien tiene un amigo incondicional sabe de lo que hablo.



Pd: Si alguien sabe qué puedo hacer por esta belleza, escriba un post y deje su mail por favor! Gracias!

martes, 26 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: El desperar a la soltería

Juan se fue de mi vida cuando yo tenía casi 20 años y no sabía cómo era estar sola. Tampoco sabía cómo era salir con amigas sin reproches ni impedimentos, ni negociaciones en cuanto al horario de vuelta. No sabía que los domingos podían ser incluso más aburridos, hasta que les encontré la utilidad de usarlos para dormir post salida del sábado a la noche. Los boliches eran una novedad para mi, hacia años que no pisaba uno.


Cuando me sacudí las lágrimas empecé a relacionarme con nuevas personas y de esa época conservo grandes amigos todavía.


El mayor desafío de ese entonces para mi significaba empezar a conocerme realmente y a quererme. Primeramente dije, el que cambió fue él, yo sigo siendo la misma. Pero eso no era posible, porque uno crece y cambia. Entonces resultó ser el mejor momento para hacer una mirada interior y analizar que me gustaba y que no de mi.


Juan me había convertido en una persona malhumorada, estaba acostumbrada a que todo se haga a mi antojo y a decir las cosas de mala manera. Ese fue un ítem importantísimo a modificar. Todavía conservo algunas malas formas al hablar a pesar de mi esfuerzo, pero soy mucho más sociable, más divertida, más simpática que antes. Y definitivamente las cosas nunca suceden como yo pretendo. Maldita búsqueda de antítesis!


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La separación a mi me devolvió la vida. Es verdad que ya no tenía al lado quien me ame para compartirla, pero más cierto es que ese amor que había tenido ya no me servía tampoco. Por supuesto que pase malos momentos, pero esos ratos no impedían mis salidas, me sentía con derecho cuando estaba de buen humor y con la obligación cuando estaba triste de salir a explorar la noche porteña, divertirme, pasarla bien y sobre todo hacer todo lo que Juan me había impedido por años.


Al descubrir todo eso maldije el tiempo desperdiciado a su lado. Había perdido la adolescencia, pero todavía me quedaba la juventud y me prometí que ningún hombre me la robaría sin antes disfrutarla. Tampoco era cuestión de quedarse a vestir santos…


Hubo otra cosa que pude hacer abiertamente al librarme de Juan, y fue ver hombres. Antes, sentía que no podía mirar a nadie sin sentir culpa. Él me había demostrado que no miraba a otras mujeres y ese fue su error, el día que vio a una (la de las tetas nuevas) se dio media vuelta y se fue. Ahora podía hacer libremente lo que antes hacía con disimulo: admirar al sexo opuesto. Y si lo que mis ojos veían me gustaba era libre de desplegar mi arsenal de seducción, que tantos años estuvo dormido.


Entonces así fue que dejé de mirar a mi compañerito de banco facultativo camuflando mis verdaderas intenciones para comenzar a hacerlo con total desenfado y desinhibición.

domingo, 24 de enero de 2010

Debo mutilar a mi hija?

Hace unos días que Mía venía estando rara. Mmmm me la estaba viendo venir y me quería hacer la tonta. Salíamos a la calle y los perros la seguían. Yo por las dudas los echaba… Pero si es una nenaaaaa!!!


Bueno, ya no más, mi hija se hizo señorita. Entro en celo ayer, el día que cumplió 6 meses y a mi se me presentan los siguientes problemas:

1) Hay que cuidarse cuando la saque a pasear, si es que puedo sacarla

2) Hay que castrarla


El primer ítem presenta un riesgo de un embarazo no deseado, pero además implica que si no la puedo sacar a la calle tendrá que hacer sus necesidades en casa. Un gran problema de limpieza y un retroceso en su aprendizaje…


El segundo conlleva un dilema moral. Castrarla implica quitarle los órganos reproductores femeninos y no puedo evitar preguntarme: Me gustaría a mi que me saquen alguna parte de mi cuerpo? No, a lo sumo el apéndice. Y me gustaría que me quiten los únicos órganos que diferencian a los machos de las hembras? Nooo! Menos que menos!


Entonces me cuesta horrores tomar la decisión de hacerle a Mía lo que no me gustaría que me hagan a mi. Yo se que es más sencillo para todos castrarla, que según dicen se evitan tumores y problemas futuros, pero no me puedo sacar de la mente que lo pongan como lo pongan no deja de ser una mutilación.


Tarde o temprano lo voy a tener que hacer, aunque me parta el alma. Pobrecita…

Asi que mejor me voy haciendo a la idea.


Me ayudan a convencer a mi super-yo?


Pd: Si alguien considera que no debo mutilarla, por favor exprese su idea también.

viernes, 22 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: Mi primer amor se extinguió

Llegué a mi casa y lo encontré preocupado, triste. Volvió a pedirme perdón, vaya una a recordar por qué y a repetirme sus eternas promesas de cambios, que me amaba, que no podía vivir sin mi y que no me quería perder.


Los años juntos pesaban. No recuerdo si realmente yo lo amaba todavía, pero lo perdoné, creyendo una vez más en sus promesas y esperanzada por el cambio. Cuando todavía estaba en el secundario y discutíamos por su actitud tan pasiva ante la vida yo le decía que se cuide, porque cuando empezara la carrera conocería gente nueva y podía llegar a llamarme la atención algo diferente. Que profética… Pero mejor no me adelanto…


En resumen, ante su llanto y su insistencia lo perdoné y seguimos algunos meses más.


Para cuando estaba promediando el invierno en la casa de sus padres comenzaron las refacciones, entonces Juan le cedió su cuarto a las hermanas y se instaló en mi casa. No molestaba demasiado, se iba temprano a laburar a la mañana, después a la facultad y yo hacía lo mismo. Después me pasaba a buscar por la facu y volvíamos juntos a mi casa. Esto habrá durado cosa de mes y medio y ahí salieron a flote nuevamente los problemas.


Un día lo note frío. Y al siguiente también. Y las cosas comenzaron a estar realmente mal. Recuerdo que tuvimos una discusión una noche de viernes y él no tomó su postura habitual de calmar las aguas y pedirme perdón. Agarró sus cosas y amagó a irse. Llorando le pedí que no lo haga y me costó convencerlo pero se quedó.


Al otro día yo rendía un examen por la mañana y me acompañó. Estaba hecho un témpano, casi no me hablaba y cuando lo hacía le faltaba cariño a sus palabras. Algo no andaba del todo bien…


Nosotros éramos de las parejas que están todo el tiempo juntos, pero a partir de ese día las cosas cambiaron. Una noche se fue a comer a lo de su abuelo y volvió de madrugada, otro día se levantó super temprano para ir al gimnasio, y así pasaron cuarto o cinco días en los que casi no nos vimos. Entonces pensé que tenía que hacer algo, porque lo estaba perdiendo. Solo se me ocurrió hacer lo que siempre me había resultado: amenazar con dejarlo.


El jueves siguiente en vez de ir a buscarme a la facultad Juan lo hizo mi viejo. Cuando me subí al coche le pregunté si Juan estaba en casa. Me dijo que no. Que había ido a buscar sus cosas y dejó dicho que volvía cuando yo llegara para hablar conmigo.


Se me vino el mundo abajo. Llegué a mi casa y atosigué a preguntas a mis padres, pero no sabían más que lo que ya me habían dicho. Cenamos, o es una forma de decir, porque tenía un nudo en el estomago que no me dejó pasar bocado.


Al rato llegó Juan. Nos quedamos solos en la cocina. Me saludó con un beso en la boca y me preguntó si mis viejos me habían dicho que él se había llevado sus cosas. Le dije que si y le pregunté por qué.

- Porque necesito un tiempo, tengo dudas…

- Dudas de qué? No me querés más?

- Si te quiero, pero creo que necesitamos un tiempo separados.

- Pero qué es un tiempo? Sabés que nunca creí en los tiempos. Es realmente un tiempo o es definitivo?

- No lo se…

Y ahí se me empezaron a caer las lágrimas.

- Bueno me voy - Me dice

- No, no te vayas así, no me podés dejar así con todas estas dudas…

- Me tengo que ir, ya me llevé mis cosas

- La compu también? – Pregunté, ya que unos meses atrás me había regalado una.

- No, la compu fue un regalo.

- Está bien, me vas a llamar?

- Si, pero necesito unos días.

Yo seguía llorando. Se acercó, me dio un beso, nos abrazamos y se fue.


Esa fue prácticamente la última vez que lo vi, porque las demás no cuentan. Lo llame unos días después y no me atendía, entonces probé al teléfono del trabajo y me volvió a decir que necesitaba tiempo. Nunca me llamó.


Días después supe que había conocido a una morocha de ojos verdes, altísima y con tetas a estrenar. Nada de lo que tengo yo por supuesto. Ella era un clon femenino suyo. Juan en los últimos años se había vuelto muy obsesivo del cuerpo y la imagen, un metrosexual al 100%. Creo que llegó un momento en el que pensó que yo era muy poco para él.


Durante algunos meses supe de él por amigos en común, que aunque les pedía que no me cuenten, al principio porque me hacía mal y luego porque no me interesaba, siempre se filtraba alguna información. Recibí amenazas de sus hermanas que nunca me quisieron demasiado y ahora eran libres de cagarme a trompadas. Supe que me andaban buscando por el barrio, por lo que opté por dejar el gym ya que ellas iban al mismo e incluso dejar de salir por las calles de mi zona. Gracias a dios a estas chicas no les gustaban los bares y boliches de Palermo que suelo frecuentar hasta el día de hoy.


También llegaron llamados del padre de Juan a mi papá, pidiendo una cita para conversar sobre mi. No tengo idea sobre qué, porque mi papá se negó e hizo bien. Incluso un día Juan me esperó a la salida de la facultad con 4 monos de su tamaño para “convencerme” que le devuelva la computadora. El día que se fue se la ofrecí y se la hubiera dado de mil amores, pero en ese entonces, después de ver su cobardía de nunca haberme llamado, de no haberme dicho la verdad, prefería tirarla por el balcón antes que devolvérsela. A parte él había sido claro, la compu era un regalo.


Del amor a las penas de amor, al odio, al rencor, a la indiferencia y al olvido hubo para mi un lapso de más o menos seis meses. Para una relación de tantos años dejé de amarlo relativamente pronto, pero seguí llorando más que nada por el desperdicio de tiempo empleado a su lado, hasta que se me pasó y entendí que no tenía la culpa de haber dejado de amarme, y solo era criticable la forma en la que manejó nuestro final.


Hoy no le guardo rencor y hasta me da un poco de pena que un flaco de 22 años (creo que tenía esa edad cuando nos separamos) no haya sabido manejar con altura una ruptura, pero analizándolo fríamente no me extraña, porque siempre fue igual en todos los aspectos de su vida.


Con los años supe otras cosas sobre él, pero como el blog es mío no vale la pena contarlas. Yo creo que todavía me odia y no entiendo por qué. Por mi parte le deseo que sea muy feliz con su familia y si me preguntan no le guardo ningún tipo de sentimiento y hasta recuerdo con cariño los buenos momentos vividos.

miércoles, 20 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: Juan, mi primer amor (III)

Si en ese momento me hubieran dicho que iba a pasar casi 5 años al lado de ese hombre hubiera salido corriendo despavorida por Avenida Caseros a estrolarme contra el primer bondi que pasara. Pero no fue así, las cosas no son así. Nadie te avisa por las cosas que vas a pasar, simplemente porque el destino no se conoce. Dice la mitología que el Cíclope, ser con un solo ojo, vivía malhumorado porque con ese único ojo podía ver su futuro y la angustia del porvenir era tan grande que no lo dejaba ser feliz en el presente. Entonces la vida es sabia y la clarividencia no existe, porque uno forja su propio destino y la incertidumbre es la que nos permite hacer planes sin certezas y disfrutar el presente.


Amé mucho a Juan. Pasamos por muchas cosas juntos, individualmente y como pareja. Crecimos estando juntos, pero no a la par y eso aniquila. Creo que llegó un momento en que estábamos juntos más por costumbre que por amor, entonces ahí es cuestión que alguno se anime a dar un paso al costado, a ver más allá y a buscar nuevos rumbos.


El primer año de relación fue difícil. Juan era muy absorbente y yo siempre fui bastante poco demostrativa. Cuando nos pusimos de novios era pleno verano y lo tenía encima mío dándome besos y caricias y a mi eso me asfixiaba. Él me reclamaba que no le decía que lo quería, que nunca lo besaba lo suficiente. Me costó horrores abrirme a esa relación, no por él, que era un sol, sino porque era todo muy nuevo para mi y no sabía cómo actuar.


Los meses fueron pasando y las cosas entre nosotros se fueron acomodando. Mis salidas con amigas eran limitadas, pero a medida que mis padres le tomaron confianza me fueron dejando hacer otro tipo de salidas, que básicamente significaban volver más tarde. Siempre y cuando fuera con Juan.


Seguimos saliendo con su grupo, incluido mi primo. Fija que Ana también venía y hasta incluimos a sus amigas del colegio. Así dejé de ir a bailar a matinée… También hacíamos fiestas en la casa de Juan, donde inventábamos tragos, comíamos asado y el amanecer nos encontraba casi siempre alrededor de su viola cantando.


Para cuando hacia cosa de medio años que estábamos juntos le tocó demostrarme su amor acompañándome en el peor momento de mi vida. Mis viejos sufrieron un accidente espantoso. A mi papá no le pasó nada, pero mi vieja se batió cuerpo a cuerpo contra la parca durante varios días y estuvo internada otros tantos.


Sólo lo menciono como un hecho en donde el papel de Juan acompañándome fue crucial, lo demás no lo quiero recordar ahora. Todavía duele y no dejo de preguntarme que sería de mi vida si el final hubiera sido otro. No importa, todavía la tengo conmigo y cada día que pasa la amo más. En la adultez de los hijos la madre deja de corregir para empezar a acompañar y la mía lo hace como ninguna, es mi mejor amiga.


Volviendo a Juan, sin darnos cuenta los meses iban pasando y de a poco nos fuimos consolidando como pareja. Nos amábamos. Visto desde la óptica de una Ela con 25 años eso no era amor, pero para la Ela de 15 si lo era. Y para esa joven Ela era tan grande ese amor que decidió dar el gran paso que dan todas las adolescentes cuando se enamoran. Le regalé a Juan el privilegio de ser el primero, y él me pagó con la misma moneda. Estamos a mano.


La experiencia fue mejor de lo que las primeras de este tipo suelen ser. Sin entrar demasiado en detalles resumo diciendo que él también se puso nervioso y ante semejante problemón terminamos cagándonos de risa. Eso obtuvo como resultado olvidar los temores y antes de darnos cuenta el gran paso había sido dado.


Durante los años que pasamos juntos compartimos vacaciones, absolutamente todas desde nuestro inicio. Terminamos el colegio, escogimos carrera, empezamos la facultad, conseguimos los primeros trabajos. Hicimos nuevos amigos, nos separamos de algunos amigos viejos. Tuvimos momentos buenos y otros no tantos. Definitivamente entre nosotros no era todo color de rosas. y llegó un momento, que lo que antes me resultaba cómodo dejó de serlo. Me cansé de dirigir la relación a mi antojo, de ser la única con iniciativa, de llevarlo tan fácilmente de las narices, de gritar sola cuando discutíamos mientras él me daba la razón solo por no tener los huevos de plantarse firme en sus convicciones. Cuales? No lo se, no las tenía.


Un día, cuando ya llevábamos juntos algo más de 4 años, me di cuenta que no era feliz, que no me estaba haciendo feliz, que me había cansado de su dejadez, que su forma de ser sacaba lo peor de mi y vivía gritando como una histérica.


Justo estábamos en mi casa cuando empezó la discusión. No me pregunten sobre qué porque no tengo idea. Solo recuerdo que le dije esto así no va más, me cansé. Agarré las llaves y me fui. Él se quedó ahí. Le pedí que cuando volviera ya no estuviera porque no lo quería ver. No hizo otra cosa que llamarme al celular toda la tarde. Primero no lo atendía, pero cuando mi paseo por Plaza Serrano estaba llegando a su fin atendí uno de sus llamados. Me dijo que todavía estaba en mi casa, que lo perdone, que se iba a quedar ahí esperando que yo llegue para conversar.

martes, 19 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: Juan, mi primer amor (II)

Me bajé de la cama y caminé en punta de pies entre la mezcla de brazos y piernas que había desparramados sobre los colchones. Estaba completamente colorada y evité las miradas de todos. Llegué al lugar donde debía recostarme y lo hice, mirando al techo.


Me dijo tu amigo que venga para acá. Uno de los chicos preguntó con muy poco tacto si yo le gustaba a Juan y él respondió que si. Después me pregunto a mi y me reí, afirmando. Entonces, dense un beso. Yo no paraba de reírme, de nervios por supuesto. Entonces Juan me mira, se incorpora dejando su cara sobre la mía todavía en la almohada y me dice: Empezamos? Y me besó.


Es fácil 10 años después decir que fue un comienzo espantoso, que no hizo nada por conquistarme y que no es forma de decirle a alguien que le querés dar un beso, pero más vergonzoso es reconocer que en ese entonces pensé exactamente lo mismo. No fue un buen beso, estaba incomoda, no me podía mover, él tenia el control completo del beso en cuanto a intensidad y duración. Los primeros besos con alguien raramente son buenos… Gracias a Dios después mejoran.


Era evidente que mucho más en esa casa no podíamos estar. Todavía era relativamente temprano, pero calculo que ya había pasado la medianoche. Teníamos que buscar la forma de irnos a dormir todos enfrente, los chicos y nosotras, que no teníamos permiso. No recuerdo como convencimos a mi abuela y cruzamos todos con los colchones a dormir en la otra casa (es una forma de decir, por ese entonces era un terreno con una pileta y una cancha) a merced de los mosquitos.


Ana se acostó cerca de su acosador, yo a lado de Juan y los demás desparramados por ahí, aunque estábamos todos juntos. No tengo la menor idea que habrán hecho lo demás. Solo recuerdo que con Juan pasamos la noche conversando y dándonos besos. Mirando las estrellas en ese cielo despejado de verano me señalo Marte. Nunca antes lo había visto. Me regaló ese planeta y tiempo después me escribió una canción sobre esa noche y nuestra estrella.


Supongo que en algún momento, bien entrada la madrugada, nos habremos dormido. Nos despertó el sol bien temprano y de a poco fuimos organizándonos para ir a desayunar a la verdadera casa. Comimos algo, nos pusimos la malla y toalla en mano volvimos a cruzar al paraíso.


El sol del nuevo día me trajo incertidumbre. No sabía si debía comportarme igual que la noche anterior o hacer de cuenta que no pasó nada y dejar los hechos escondidos en la oscuridad. Tenía que mantenerme suficientemente cerca como para que recordara mi existencia, pero a prudente distancia por si decidía ignorarme todo el día.


La incertidumbre duro poco. En cuanto volvimos a estar solos, y por solos me refiero a lejos de la vista de mi abuela, volvió a besarme con igual intensidad que horas atrás.


A Juan nunca le gustó el futbol y como había llevado la guitarra pasamos el día cantando canciones de Calamaro, nadando en la pileta y fumando colillas de cigarrillo, las mismas que habíamos regado por el suelo el día anterior sin darnos cuenta que se nos acababan los puchos y no había plata para comprar más. Y aunque la hubiera habido, en provincia un domingo a la mañana lo único que podes conseguir es pan y diarios, ni en pedo un kiosco.


Al bajar el sol emprendimos la retirada. Mi abuela, obstinada como siempre, quería volver en colectivo, pero con Ana esgrimimos muy bueno argumentos, se ve, porque la convencimos de hacerlo en tren. Con mi abuela delante había que cuidarse del contacto con Juan. Una persona mayor no entiende de besos sin compromiso entre adolescentes y más cuando una de las partes es su nieta de 15 años.


Durante el viaje en tren concluimos que algo había que inventar para decirle a mi abuela y dejarla contenta. Lo pensamos todo el viaje con Ana, pero no sabía como decírselo a Juan, no podía acercarme demasiado a el. Mi abuela sabía que conocía a varios de los chicos, pero en teoría Juan y yo no nos conocíamos. El mejor nexo de contacto era mi primo, pero como había plantado cara de culo al vernos llegar a la quinta y aun más cuando Juan y yo nos besamos, no era de ayuda. Todo lo contrario, corría el riesgo de que le diga cualquier cosa a mi abuela o lo que es peor, que le diga la verdad: No hay nada entre ellos, solo se dieron unos besos.


En constitución nos tomamos el bondi, y eso significaba que me quedaban 10 minutos para inventar algo con respecto a Juan. Se me ocurrió decir que éramos novios desde hace unos días y dentro de una semana o diez días decirle a mi abuela que nos habíamos peleado. Eso justificaba mi accionar ese fin de semana y aplacaba la moral de mi abuela. Ahora me tocaba avisarle a Juan de mi plan…


Juan me encantaba, pero debo reconocer que en ese momento estaba mas preocupada en quedar bien ante los ojos de la chusma de mi abuela que en procurar que lo nuestro con Juan durase algo más que un mísero fin de semana.


Me acerco a la parte del bondi donde estaba Juan y le digo:
- Le voy a decir a la vieji que somos novios hace cosa de una semana para que no me de clases de moral y dentro de unos días le digo que nos peleamos, si?
- Esta bien, pero vos querés?
Y mi cabeza pensó “obvio que quiero hacer eso, te lo estoy diciendo” y respondí:
- Sí, quiero - Y ahí entendí, me estaba preguntando si en verdad quería ser su novia. Pensá rápido, pensá rápido y respondí:
- Ah, Nooooo… - Tarada!!! Cómo le vas a decir que no? - Eh… si, no, si, no se, vos querés?
- Y si, por algo te lo estoy preguntando…
- Ah, ok, quedamos así.

Y volví a mi lugar, donde estaba Ana y le dije:
- Ana, tengo novio.

lunes, 18 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: Juan, mi primer amor (I)

Siempre me consideré una persona con buena memoria, pero por las dudas cuando Ana vuelva de las vacaciones voy a hablar con ella para que me ayude a recordar algunos detalles. Ella tiene la cualidad de recordar mis peores cosas, pero también las más graciosas y ridículas. Obviamente que yo recuerdo las suyas.


Nosotras pasamos la vida juntas. Somos amigas desde el día en que nací, hace 25 años. Ella tenía 10 meses y por ese entonces nuestros padres, que eran conocidos, habían empezado a forjar la amistad que los une hasta el día de hoy.


En algún momento de nuestros juegos infantiles prometimos ser amigas toda la vida y amadrinar a nuestro primer hijo, que debería ser nena y nacer más o menos para la misma época. Hasta ahora cumplimos con la parte de la amistad, yo soy madrina de su primera y única hija Jazmín (que tienen 3 meses) y ella será la madrina de mi hijo/a el día que lo tenga, pero no creo que podamos cumplir con los tiempos. Para eso debería estar embarazada, oh! No, por Dios! Por ahora no…


Volviendo a la adolescencia, cuando estaba en segundo año me reencontré con una amiga que no veía hacia un tiempo. Empezamos a frecuentarnos y así conocí a su hermano: Juan. Un día llegué a su casa y estaba tomando sol en la reposera, y cuando me dirigía a saludarlo se levantó y se tiró a la pileta. Me ignoró. Y eso es lo peor que un hombre puede hacerme.


Me encantó desde el primer momento que lo vi, pero él no me registraba. Claro, qué tiene para mirar en una rubiecita petiza un morocho, alto, de ojos verdes tres años mayor?


Por esas cosas del destino resultó ser parte del grupo de amigos de mi primo. Para cuando llego el verano mis tíos estaban construyendo su casa quinta y aunque ésta estaba en veremos, la pileta y la cancha de futbol estaban terminadas. Como estaba frente a la otra casa quinta familiar no había inconvenientes para ir, se podía pasar el día en la pileta y luego ir a dormir a la otra casa.


Un viernes supe que la pileta estaba terminada y arregle con Ana para ir a pasar el fin de semana, sin saber que por su lado mi primo estaba organizando lo mismo con sus amigos. Mi primo siempre fue especial en cuanto a compartir momentos y amistades, básicamente un egoísta, pero como me enteré del detalle de su presencia tarde, me hice la tonta y fuimos igual.


Nos despertamos temprano y nos tomamos el tren hacia zona sur. Caminamos la cuadras que separan la estación de las casa y cuando llegamos ahí estaba él. En realidad estaban todos, pero a mi solo me importaba Juan.


Pasamos el día al sol en la pileta. Yo tratando de llamar la atención de Juan pero con mis recién cumplidos 15 años todavía no había aprendido cómo. Ana por su parte se tuvo que bancar el acoso de otro de los chicos, pero qué no hace una por una amiga?

Al caer el sol nosotras debíamos cruzar a dormir en la casa terminada, mientras que los chicos habían organizado pasar la noche bajo las estrellas. Éramos dos mujeres entre seis hombres. Convencimos fácilmente a cinco de ellos de dormir todos juntos enfrente, pero mi primo encaprichado oponía resistencia. A él lo convencieron sus amigos.


Después de comer sacamos la mesa y tiramos todos los colchones uno al lado del otro en el living. Pobre mi abuela… Ella intentaba dormir en uno de los cuartos, pero 8 adolescentes a una pared de distancia no la dejaban.


Y yo estaba ahí, acostada en la única cama con Ana, pensando que si esa noche no pasaba nada con Juan, mis intentos de seducción habrían fracasado rotundamente. Estaba a punto de desistir cuando el acosador de Ana se me acerca y me dice: No me dejás acostarme acá? La miro a Ana, que ya estaba entregada y a decir verdad un poco le gustaba el flaco, y me dice que si. Cuando me estoy bajando, el flaco remata: Vos acostate allá, al lado de Juan…

viernes, 15 de enero de 2010

Los encuentros con la farándula cuestan caros

Este título no tiene nada de retórica.


Ayer tipo 8 de la noche surgió una de esas salidas entre semana que a mi me encantan: algo no planeado pero avisado lo suficientemente antes como para que me haga la idea que voy a ir dormida al laburo al otro día. Me llama Charly y me cuenta que su profe de batería iba a tocar esa misma noche, si tenía ganas de ir.


Más allá de que me encanten estas salidas no programadas también me gusta el jazz entre semana, así que ahí fuimos.


Agradecí a todos los santos tener auto. No me hubiera ido un jueves hasta Chacarita en bondi ni de casualidad, ya estoy vieja para esos trotes.


Llegamos y nos encontramos con un bar de mala muerte, una fonda de barrio media destartalada: sillas y mesas rotas, bichos alrededor de las luces y ni hablar del baño. Pero yo estaba de buen humor y todas esas cosas que suelen molestarme mucho ni me inmutaron.


Cuando nos sentamos vino la moza con la carta en la punta de la lengua. Entiendase, no había carta. Ella repetía rapidito y de corrido los platos disponibles y uno debía hacer el esfuerzo por tentarse con algo de esa lista unisona.


- Picada tenés? - preguntamos después de escuchar la lista.

- Si, pero no de fiambres. Son albondigas, tortilla y tarta.

(The what?)

- Ahhh y pizza?

- No, sólo comidas caseras.

- Ok, traenos dos peccetos y una Stella. (más tarde pedimos la segunda)


Con Charly estabamos en postura novios. Nos besabamos, charlamos un monton, nos dijimos cosas lindas y también hablamos de temas profundos. Aparentemente la monotonía de la vida cotidiana no da mucho lugar para ese tipo de conversaciones. Si en cambio para las peleas.


En fin, cuando empezó el show lo escuchamos atentos y sólo hablábamos para hacernos comentarios sobre la música, los instrumentos, los solos de cada uno, y demás temas relacionados. Hasta que Charly me dice: Viste quién está ahí? Giro mi cabeza y lo veo. Nooo, Alejandro Dolina!!!


No soy cholula, pero al tipo lo admiro.


En el break de los músicos salió afuera para que su grupo pudiera fumar. Estaba ahí, a metro veinte de mi mesa, de espaldas, y yo buscando el momento para saludarlo mientras mi novio me decía que no lo joda. Lo analicé y dije tiene razón, y desistí.


Y en ese momento se da vuelta. Me mira. Le sonrio.

- Hola, cómo estás?.

- Bien - responde.

- Te puedo saludar?

- Si, dale.

Se acerca y me da un beso.

- Disculpá, no te quería molestar.

- No hay problema, cómo te llamas?

- Ela.

- Mucho gusto - Y recien ahí lo saludo a Charly.

- Te molesta si nos sacamos una foto?

- No, dale.

Y ahí lo abracé, me abrazó y quedamos inmortalizados en el celular de mi novio. Le agradecí y se fue.


Me quedé satisfecha. No tanto por el encuentro sino porque se dio y se notó que lo admiro pero no quería joderlo. Un bohemio escuchando jazz a una mesa de distancia. Un groso, super buena onda.


Cuando vimos el reloj decidimos que era suficientemente tarde y mejor nos ibamos. Pedimos la cuenta y la moza sin dudar dijo: Son 120 chicos. THE WHAAAAT?


Tuvimos que sumar todo lo que nuestras billeteras contenían para llegar a esa suma. Por supuesto que no dejamos propina. Ahí nos enteramos que la cerveza estaba 25 pesos y haciendo cálculos básicos dedujimos que cada plato de comida costaba 35.


Nos cagó la noche. Todo el viaje de vuelta a casa lo utilizamos para analizar cómo un bar de mala muerte cobra 35 pesos un plato con 3 rodajas de pecceto y media papa. Y ni hablar de que cobren la cerveza a precio Las Cañitas. Hola, estabamos en Chacatita frente al cementerio. Concluimos que pretendieron en una noche salvar el mes. Pero igual considero que merecen la quiebra. He dicho.


Es increible. Cuando menos plata tenés más gastos inesperados surgen. Y ni hablar de la lluvia del domingo que nos hizo desperdiciar los 76 mangos de la entrada a Parque Norte sin siquiera haber tocado la pileta… Y para colmo de males hoy tengo que llevar a Mía al veterinario.


En breve me verán haciendo malabares en los semáforos. O limpiando vidrios. No tiene una monedita, Don?

martes, 12 de enero de 2010

Los Hombres de mi Historia: El Preámbulo

Cuando decidí dar comienzo a este blog me puse a pensar si escribiría sobre un tema en particular (que los hay y muchos) o sobre temas en general. Las ideas que surgían tenían como hilo conductor los trastornos que me generaron y generan. Esos trastornos no son más que traumas, de ahí el nombre del blog.


Muchas de las cosas que me han pasado en la vida sin ser maravillosas, esplendidas y diferentes, fueron cosas que me traumaron y hubo veces que no me dejaban avanzar y otras que tuve que aprender a superarlas.


Como toda mujer, uno de esos temas traumáticos son los hombres.


Como toda pre-adolescente bonita de fines del siglo pasado, comencé a relacionarme afectivamente con el sexo opuesto medianamente temprano. Se de muchas mujeres que dicen haber tenido su primer novio a los 18, su primer beso a los 15 o cosas por el estilo. No es mi caso.


A los 12 años tuve mi primer beso (de los besos en serio, no picos) con un chico que no me gustaba, con el mero fin de “practicar” por si algún día el joven que robaba mis sueños se dignaba a darme bola. Eso nunca ocurrió, por supuesto…


En séptimo grado tuve mi primer noviecito. Se llamaba Mariano, y era amigo de mi primo. La experiencia fue corta, aunque tuvimos unas idas y vueltas durante un par de años. Me pasaba a buscar a la salida del cole, me acompañaba 2 cuadras hasta mi casa, dábamos paseos por el parque, íbamos juntos a bailes de colegio. Todo era muy inocente y tierno, no había maldad ni segundas intenciones. Nos queríamos mucho, tanto, que para nuestro primer cumplemes me regaló los anillos de plata con nuestros nombres grabados. Hasta el día de hoy conservo ese anillo, aunque el suyo voló por la terraza de mi escuela una noche de baile cuando le dije que no quería que sigamos siendo novios.


Unos meses después volvimos, y a la semana me fui de viaje de egresados. Esa fue la primera vez que fui infiel, y de eso si me arrepiento. Le di un beso a un chico que no me gustaba solo para “hacerme la loca”, sin medir que estaba lastimando a quien me quería mucho. Por supuesto se enteró, no sabía cómo pedirle perdón y hasta el día de hoy no se cómo me perdonó, y volvimos. Honestamente no quería seguir saliendo con él, pero ¿cómo decirle a alguien “me mande un flor de cagada, te pido perdón, pero no quiero seguir saliendo con vos”? Y se ve que no había aprendido la lección, porque un par de días después le estaba dando un beso a otro chico que me gustaba incluso antes que Mariano. Por suerte eso nunca lo supo, pero de todas formas terminamos y empecé a verme con este otro chico, Darío.


Escribirlo me da escalofríos. Tenia 13 años y ya había tenido experiencias de las que me enorgullezco poco con 3 chicos distintos, el del beso, Mariano y Darío. Y bastante turrita era por lo visto además de rapidita, porque con tan pocos años ya conocía la infidelidad.


Y acá hago un paréntesis. Tal vez un beso no sea considerado como INFIDELIDAD con todas las letras, pero es lo único que conozco como tal. Por supuesto que con ese tenor lo he sido más que una vez, pero mis cuernos jamás significaron sexo. Al menos no las veces que les fui infiel a mis parejas, la forma en la que otros fueron infieles conmigo es otro cantar, pero no me quiero adelantar en el tiempo…


Como decía, salí un tiempo con este chico Darío. Era verano, no existían los celulares, nos daba vergüenza llamarnos, así que yo sabía que después de las 4 de las tarde existían altas chances que me toque el timbre para ir a pasear. Así como empezamos a salir dejamos de hacerlo. Mejor dicho, si cortamos no lo recuerdo.


Cuando volvió la época escolar, yo estrenaba nueva escuela y nuevos compañeros en ese ámbito desconocido y cruel que llaman secundario. También volvieron los bailes de colegio, a los cuales por supuesto que iba, ya que no me dejaban ir a bailar, y ahí volví a verlo a Darío y así tener asegurado un beso semanal.


Estaba enganchada, me gustaba mucho, pero no pretendía nada más de lo que teníamos, no por falta de “amor” sino por ignorancia. A parte estaba cómoda en mi humilde rutina: iba a la escuela de lunes a viernes doble turno, los sábados me veía con mi mejor amiga Ana y a la noche íbamos a los bailes, o nos quedábamos en casa de alguna boludeando juntas, siempre juntas.


Así como fue de espontáneo nuestro comienzo fue nuestro final. No lo hubo, simplemente dejamos de vernos. Ahí me di cuenta que estaba enamorada, o al menos eso creía, entonces Darío empezó a ocupar todos mis pensamientos, mis páginas de diarios íntimos, mis llantos adolescentes.


Los fines de semana, dentro de la rutina que teníamos con Ana, era obligatorio pasar por la cuadra de su casa con la esperanza de encontrarlo. Esas rutinas consistían en que Ana me pasaba a buscar por mi casa los sábados y/o domingos por la tarde, íbamos a pasear por el barrio y en el kiosco más escondido comprábamos Licoritas de Felt-Fort y un Camel de 10. Después del paseo, terminábamos sentadas en un umbral de un pasaje cercano a casa, nos prendíamos un pucho y tomábamos el pecaminoso licor, haciéndonos las rebeldes. Posteriormente, cuando llegábamos a mi casa, era obligado entrar gritando que nos hacíamos pis, entrar al baño juntas (como siempre en esa época) y proceder a lavarnos los dientes y tirarnos perfume para ocultar el olor a cigarrillo.


Es el día de hoy que, cuando tomamos mate mientras Jazmín, mi ahijada, duerme y recordamos esto nos reímos a carcajadas llenas de añoranza por esos tiempos felices de rebeldía adolescente.