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lunes, 31 de mayo de 2010

Cómo eludí mi bajón dominguero

En este fin de semana extrañamente corto y encima medio lluvioso (medio porque llovió la mitad del finde, je!) me pintó el bajón dominguero que hacía rato no aparecía. Pero de rebelde nomás vino a hacerse presente el sábado. [Y claro, la piba se encerró a comer y dormir, así cualquiera se bajonea]

Para contrarrestar semejante depre, el domingo por la tarde (considerando que si el sábado fui una morsa llorona, cuanto más sería el domingo al atardecer), me fui con mi vieja de shopping. Entendamos el término shopping como irse de compras ya que detesto soberanamente los centros comerciales. Lugares cerrados, llenos de gente, plagados de infantes ajenos y donde para colmo de males no se puede fumar. Eso para mi no es paseo. Y ni hablar de los precios…

Decía, me fui de compras. Pero esta vez lo que quise vestir fue mi casa.
Así que tarjeta CMR en mano, la hice mierda en Falabella Home.

Ya se que Falabella es una especie de shopping, pero la previa caminando por Florida, viendo como los puesteros intentan violar las billeteras de los turistas plagadas de dólares y paseando por una peatonal con música en vivo para mi es un placer.

Y ahí estaba yo, con mi progenitora a diestra (y a veces a siniestra), queriendo comprarme todo. Pero como todo no se puede, me traje un hermoso plumón de dos plazas, con almohadoncitos haciendo juego, y de paso cañazo cambié las almohadas también. Y de souvenir nomás sumé a la canastita unos ganchitos para la cortina del baño (que desde que lo redecoré los anteriores no me combinaban mucho que digamos).

Llegué a casa, feliz, como toda mujer cuando viene cargada de bolsas y los sueños consumistas hechos realidad!

Por supuesto que un día tan maravilloso no podía terminarlo encerrada en la cocina, así que Charly pidió una grande de muzza, y ni siquiera lavé los platos!

Qué se le va a hacer? Soy un ser consumista, pero que bien dormimos anoche sumergidos entre las plumitas…

miércoles, 26 de mayo de 2010

La promesa

Me bajé del bondi y caminé lo más rápido que me dieron las piernas. Estaba oscureciendo y hacía bastante frío, como suele suceder los primeros días de primavera. Recorrí 4 o 5 cuadras por el barrio de once, con un poco de miedo y en busca de un puesto de flores, que no encontré. Maldije no haber comprado flores por mi casa mientras buscaba la calle y la altura. En la puerta de mi destino había un señor liquidando el último ramo, que mucho no me gustó, pero no quise perder más tiempo buscando algo mejor. Definitivamente no eran las flores que hubiera elegido.

En la recepción me indicaron el piso y subí. Caminé por el pasillo hasta dar con la habitación. En la puerta había un montón de ramos mucho más lindos que el mío y un cartel enorme con su nombre. La puerta estaba entreabierta. Toqué suavemente y asomé la cabeza.

Recostada en la cama estaba mi amiga y en un segundo se me vinieron a la mente los casi 25 años que habíamos compartido juntas, los juegos, los sueños, la infancia, la adolescencia, las salidas, las confesiones y las promesas. Ella, agotada, había cumplido horas atrás una de ellas.

A su derecha estaba su marido, con la sonrisa tatuada en la cara. Ese hombre maravilloso que supo convertirse en mi mejor amigo, que ama a mi amiga como nadie podría, que me aceptó como una extensión de su mujer y me dio un lugar en su corazón.

Del otro lado, mi padre postizo. De espaldas a la puerta, se dio media vuelta cuando entré dejándome ver lo que tenía en brazos. Se me hizo un nudo en la garganta. Me acerqué a esa pelotita rosa que dormía y vi la carita más hermosa que jamás he visto. Arrimé mi nariz para olerla y mi boca para besarla. Mis ojos ya no podían contener las lágrimas, pero respiré profundo considerando que había demasiada gente como para andar llorando.

- Llegó la madrina - dijo la reciente abuela

Corrí a lavarme las manos y llenarlas de alcohol en gel mientras besaba a mi amiga y a su marido. Luego saludé a los demás y me dispuse a fijar los ojos en ella mientras tragar saliva se hacía cada vez mas difícil. Felicité a los padres y pedí detalles del parto. Le pregunté a Ana cómo se sentía y a si necesitaba algo. Me confesó que duele, mucho, y quiso evitarme detalles porque según ella si me contaba me negaría rotundamente a pasar por eso alguna vez en mi vida. Le dijo al abuelo que me la de. Incrédula, le dije - Puedo cargarla? - Si, obvio - respondió.

Lo hice con miedo, me temblaban las piernas. No temí que se cayera, era pura emoción. Su peso en mis brazos, su calor, su olor fue demasiado y no pude contener el llanto. Ella dormía y yo embobada mirándola repetía en mi cabeza miles de promesas, le decía con la mente lo mucho que la amaba, y agradecía a Dios por semejante regalo. La abuela, que supo ser mi segunda madre, dijo:
- Tantos años hablando de este momento y aquí llego, se cumplió la promesa…

No tengo registro de cuando Ana y yo nos prometimos por primera vez amadrinar a nuestro primero hijo, pero si recuerdo que lo repetimos toda la vida, con la convicción que implica la inocencia de los niños, con la parquedad de las adolescentes, con la fuerza visceral de la juventud y con la seguridad de la adultez. Sabiendo que somos más que amigas, eligiéndonos todos los días como parte de nuestra familia.

Ese 2 de octubre de 2009 Ana daba a luz a su primera hija que 23 días después se convirtió oficialmente en mi ahijada.

No hay sobre este mundo un ser más perfecto que ella. Nadie nunca me hizo un regalo tan mágico, que me quede tan grande y me esfuerce por llenarlo, como el que me hicieron mis amigos: ser madrina de Jazmín

Porque ella, es la flor más bella.





[Y hay en algún lugar del cielo una fruta dulce esperando para venir con Charly y conmigo, algún día, a hacernos la vida más bella. Ana también la espera, para ser su madrina, y Jazmín para jugar.]

lunes, 24 de mayo de 2010

Homenaje Bicentenario

Para celebrar el bicentenario de la patria, nada mejor que esta obra maestra de mi amiga Lina sobre mi espalda.



Les gusta?

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jueves, 20 de mayo de 2010

Las Lindas

Con el riesgo que implica este tema (riesgo de quedar como engreída, egocéntrica, creída, idiota, ciega y hasta boluda) voy a decir que las lindas no la pasamos tan bien como se cree.

Muchos hombres dicen que todas las mujeres son bellas y creo que tienen razón. Pero algunas hacen enormes esfuerzos por resaltar bellas facciones, se cagan de hambre, se pintan el pelo y arreglan los dientes mientras que otras nos damos el lujo de comer alfajores a diario y salir despeinadas a la calle. Con esto último ya me puedo llamar privilegiada. Que hay mujeres más bellas que yo? Si, a montones, pero eso no quita que reconozca ser bonita y evite caer en falsa humildad.

Como venía diciendo, las lindas (y hablemos en tercera persona) no la pasan siempre bien. He visto y me ha tocado vivir en carne propia como la belleza abre puertas, pero lo que no se dice es que luego intentarán cobrar peaje.

En una búsqueda laboral es evidente que entre las candidatas quedará seleccionada la más linda, pero después el patrón le tocará el culo alguna que otra vez. En la facultad el profesor explicará con más dedicación a la alumna agraciada y luego ofrecerá llevarla hasta la casa en su auto.

La mayor discriminación que sufren las lindas es por parte de las mismas mujeres, sean estas bellas o no, es indistinto. Para las lindas es complejo tejer redes de amistades y por lo general conservan amigas de la infancia, las que estaban junto a ellas antes de que le crecieran los pechos y durante la etapa del acne. De todas formas, estas amistades pueden verse seriamente amenazadas si la amiga bella no tiene pareja. Las amigas de las lindas, aunque ellas también lo sean, temen que sus conquistas fijen sus ojos en el culo de la otra. Pero la relación mujer a mujer excede los límites de la amistad. Las compañeras de la facu, del trabajo, las profesoras, las primas y tías apendejadas también excluyen de su grupo a las lindas. Y esto es por mera envidia con una alta cuota de inseguridad.

Y hay un detalle más, las lindas no tienen derecho a ser simpáticas porque siempre habrá un gil que supondrá que le esta tirando onda. Las lindas no sonríen porque algo les causa gracia, sino porque están coqueteando con alguien. Las lindas no se abanican porque tienen calor, están provocando. Las más simples actividades deben ser realizadas con extrema cautela o mejor aun, en la privacidad de su hogar. Tomar mate, morder una factura, quitarse un sweater, prenderse un cigarrillo y hasta caminar por la calle puede ser tomado como un acto de seducción masivo e indiscriminado, y por supuesto, quien asuma esto lo criticará.

Pero ustedes dirán, no importa todo esto, no importa que la linda sea excluida de todos los grupos sociales y negada por las féminas consanguíneas, porque total la bella tiene a su lado a un príncipe azul, alto, fornido, con mucho pelo, dulce, cariñoso y considerado, que la tiene como la reina que es. No, lamentablemente no es así.

Los ejemplares masculinos, deslumbrados por la belleza de esta mujer en cuestión, suelen sentirse en inferioridad de condiciones (aunque así no sea), suponen que tiene compañía, o que simplemente no están a la altura de semejante minón. Son tantos los que piensan así, que la linda está siempre sola. La excepción a esta regla es aquel caballero caradura, lanzado y engreído, que por lo general (dicen las malas lenguas) intenta conquistar a la linda sólo por un ratito, para pasearla delante de sus amigos y generar envidia pero jamás para enamorarse. El motivo: él sabe que ella es deseada y prefiere evitar que sus amigos se toquen por las noches pensando en su novia. Conclusión, la linda nunca será la novia.

Y para colmo de males, esta mujer beneficiada (?) por la naturaleza está considerada por la población, en su mayoría, como hueca, tonta, tarada e inepta para la realización de cualquier actividad. Encima, en el inconciente colectivo, la linda tiene la bombacha floja, y si no entrega es porque se esta haciendo la histérica.

La linda sabe que puede conseguir mucho con una amplia sonrisa, pero a veces se abstiene porque el precio luego es altísimo. La pendeja linda usa la sonrisa hasta gastarla, pero luego, si tiene algo de cerebro (y las envidiosas de su entorno se equivocaron al suponer que no), entenderá que no siempre le conviene. Que a veces es más conveniente poner cara de culo quedar como una forra. Y ahí le van a decir, que ortiva esta pendeja, se cree la linda y todo.

Mierda, nada nos conforma!

lunes, 17 de mayo de 2010

Un poquito de mi

Si algo me caracteriza es que me aburro de las cosas.
Bueno, no de todas. Pero si en lo referido a diseño. Y la mayoría de ustedes no lo sabe, pero este modelito 80 y pico es diseñadora gráfica*.
No lo saben porque nunca lo dije y porque no le pongo mucho diseño a mi blog a decir verdad. El motivo? Quiero expresarme con las letras y por un ratito dejar de lado una pasión (es obvia, pero la aclaro: el diseño) para dedicarme a otra (que vendría a ser más o menos escupir acá todo lo que pasa por mi cabeza).
Pero hoy me dieron ganitas de darle una lavada de cara y acá esta.
Y ya que ahora tienen nueva información (mi profesión) también cambio mi foto por una un tanto más reveladora de mis encantos (?)...

Sin más para decir, los saluda muy atentamente,
Ela


(*) Soy diseñadora no soy. Terminé la carrera y debería recibirme post 6 finales + tesis de licenciada en diseño gráfico, pero el título intermedio no lo saqué nunca. Aunque, 6 años de experiencia y mi inutilidad para realizar cualquier otra actividad me avalan para autoproclamarme así. He dicho.

martes, 11 de mayo de 2010

Home sweet home IV

(…)

Siempre me pasa que de los momentos más determinantes de mi vida recuerdo poco. Es como si lo que pasara ese o esos días se borrara fácilmente con el tiempo. Con poco tiempo… Me pasó con mi cumpleaños de 15, con lo acontecido el día del accidente de mi vieja (otro capítulo de mi vida del cual aun no me animo a hablar) y por supuesto con el día de mi mudanza.

Recuerdo los últimos mates de desayuno con mi vieja, ultimando detalles y cerrando cajas mientras esperaba a las chicas. Isa llego puntual, pero Lina estaba un poco retrasada. Con un mensaje se disculpó y dijo que iría directo al departamento.

Mis viejos, Isa y yo cargamos todos los bártulos que cupieron en el auto y partimos. Hicimos dos viajes y para cuando teníamos todo acá llegaron Lina y Charly, el segundo con una mala noticia: le habían robado la moto.

En el momento repartí puteadas a los 4 vientos, por el robo en si y por esa maldita noticia que cagaba mi día, pero Charly me dijo que no me preocupe y a fin de cuentas soy de las que creen que todo pasa por algo. Pensé que si robaron la moto fue porque era preferible no tenerla a lamentar algún accidente. Charly cree que es un pensamiento conformista, pero soy una persona de fe y así lo siento.

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El depto estaba lleno de cajas y con las chicas nos pusimos a vaciarlas y encontrarle un lugar a cada objeto. Ordenar lo mejor posible nos tomó toda la mañana, luego comimos unas pizzetas, limpiamos puertas, vidrios, pisos, alfombra. Charly mientras tanto se encargaba de enchufar la tele, conectar el home a la tele, conectar la compu con el monitor, y demás etcéteras masculinas.

A primera hora de la tarde dábamos por terminado el laburo grueso y las chicas se fueron, extenuadas. Nosotros nos dormimos una siesta con el sol que entraba por la ventana del cuarto. Estábamos tan cansados que no nos dieron las fuerzas para estrenar el sommier. Al menos en ese momento…

Cuando nos despertamos estaba cayendo el sol. Di unas vueltas por mi nueva casa reconociendo los espacios a penas ocupados, con pocos muebles, tan vacío, tan nuevo. Vía paredes e imaginaba colores. Blanco, quiero pintar de blanco. Tomaba medidas para los muebles que algún día tendría. Chary quiere un futón, pero yo prefiero un sillón blanco… Armé y desarmé mentalmente mis cubos de colores buscando formas prácticas en donde poner mis cosas, y decidí de que color repintarlos. Miré el ventanal del living imaginando cortinas y vi un poco más allá. Salí al balcón y me quedé mirando ese cielo que escondía de a poco al sol, pintado de violeta, rojo, naranja y amarillo y que me daba la bienvenida a mi nueva vida. Y me sentí feliz, de verdad…







Out of record:
Al otro día tuvimos que comprar una agujereadora porque mi padre nunca encontró la suya, para que Charly me coloque la alacena y haga varios agujeros por toda la casa. Tuve que pasar por lo de mis viejos a buscar algo para cambiarme, ya que a falta de placard no había mudado mi ropa. Después metí todo en 3 sabanas y lleve la ropa, prefería buscar entre ropa arrugada a volver a tener que ponerme la misma ropa usada el día anterior. El lunes la gente retomó su vida normal, pero yo seguía limpiando y acomodando cosas. Cuando llegó mi placard empezó el verdadero trabajo de meter semejante cantidad de ropa dentro suyo. Por suerte, cerca del mediodía, Cablevisión se dignó a aparecer, instalándome cable e internet, y pude por fin tirarme en la cama a comer porquerías y mirar la tele.
Con el tiempo mi casa fue tomando un poco más de forma. Mandamos a hacer cortinas, conseguimos una segunda tele, amoblamos del todo el cuarto y compramos un futón (si, ganó Charly, y si, todavía estoy a las puteadas). Recientemente compramos un juego de comedor y esta semana cambiaremos la alfombra del cuarto. Todo a pulmón, llorando los últimos 25 días del mes, pero se puede, se consigue. Cuesta? Eso seguro, porque la tarjeta de crédito no tiene cuotas de zapatos y carteras como solía tener, sino el aire acondicionado, la aspiradora y la compra del super. Pero créanme, una vez superado los primeros dos meses frustrados por no poder comprar ni una bombacha, la visión se aclara y vale la pena.

jueves, 6 de mayo de 2010

Home sweet home III

(…)

Ese viernes 24 de abril me fui a dormir después de hablar por teléfono con Charly con la satisfacción de saber que las noches bajo el techo paterno tenían los días contados.

El sábado llevé a Charly a conocer mi futura casa. Llevamos con nosotros desde la casa de mi vieja las cosas que pudimos soportar. Entre ellas la batería de cocina. Yo me tomé el colectivo llena de bultos y Charly llevó tres pavaditas en una mochila y fue en la moto. Esos también eran los últimos días de la moto entre nosotros, que en paz descanse…

Dimos unas vueltas por el barrio y descubrimos un Coto, donde compramos para hacer unas hamburguesas, su correspondiente pan, un salero, un aceite (para curar las ollas), una bebida bien fría y un tomate. Todo sumamente medido para desperdiciar lo menos posible, ya que todavía no teníamos heladera.

Almorzamos sentados en el piso, tomando de Sprite del pico y cuando quise lavar los platos tuve que salir a comprar una Scotch Brite y detergente. No había mucho más por hacer. Igualmente me tomé unos minutos para disfrutar toda la luz y todo el sol que invadía mi living. Me sentía plena. Me resistía a volver a mi casa, pero unos apuntes me gritaban desde mi cuarto de hija que vaya a estudiarlos urgente! Y fui.

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Quería mudarme lo antes posible, así que esa tarde agarré todos los presupuestos de sommier que había recolectado en los últimos dos meses y seleccioné dos (siempre hay que tener un plan b). Mi vieja se ofreció a comprarme el placard y esa misma tarde fuimos a averiguar el precio del que yo quería.

Tenía por delante una semana cortita, el viernes era feriado por el día del trabajador y había designado ese día para la mudanza.
Tendría que haber esperado unos días más. A la distancia lo entiendo así. Debería haber contratado a alguien que limpie en profundidad mientras estaba vacío y no hacerlo yo misma con todos los bártulos en el medio. Debería haber pintado también. Pero no me importaba nada. Quería huir con urgencia de mi papá, del malestar constante que sentía en esa casa, del dolor de panza y de las jaquecas. De su voz, sus gritos, su presencia.
Histérica pero inteligente, me ocupé de esos días esconder mi descontento, no vaya a ser cosa que no me quiera ayudar con la mudanza…

El domingo señamos el placard y quedaron en entregarlo al lunes siguiente, por lo que tuve que pedirme franco por mudanza y aproveché mis contactos para coordinar con cablevisión la instalación de cable e Internet para ese lunes.

La compra de la heladera fue una odisea. No es necesario mencionar que la que me gustaba realmente superaba las 4 lucas, y como eso siempre estuvo fuera de mi alcance no me quedó opción que escoger otra. Averiguar marcas y modelos lo había hecho con meses de anterioridad. Tardé, pero me decidí por una. Cuando fui a buscarla no había más. Elegí otra, pero tampoco. Ok, otra, mmm no, tampoco. Ese miércoles estaba a punto de colapsar y resignarme a vivir sin heladera por un tiempo (ni alcoholizada resignaba la mudanza, prefería comer yogurt con moho) pero me pegué el faltazo a la facultad y fui con Charly a Carrefour por novena vez.

Hora y media parados como dos postes esperando solo para que nos digan que no tenían, pero que nos demos una vueltita por la sucursal de Av. San Juan. Miramos la hora y eran 9 y media. Ma´si, vamos. Y fuimos.
Valió la pena que casi nos cierren la puerta en las narices, porque mágicamente habían recibido. Tarjeta va, tarjeta viene, garantía extendida, horario de entrega. Estaría en mi nueva cocina al otro día por la tarde.

Le tocó a mi suegra pasar la mañana del jueves esperando el sommier y de esta forma dejar asentado su primer y único favor hacia mi persona. Pero fui generosa, porque llevé la mesa con las sillas y un par de revistas de chimentos para que esté un poco más cómoda. Cuando terminó mi jornada laboral fui corriendo a saltar en mi cama nueva mientras esperaba llegada de la heladera…

Cerca de las 21 horas del jueves 30 de abril cerré la puerta de aquel departamento prácticamente vacío y volvería a abrirla al otro día para convertirlo en mi hogar.

(…)