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lunes, 4 de enero de 2010

Relato de una ex-peatona

Nunca me gustó viajar en colectivo. Me da mucho asco agarrarme de esos caños mugrientos, el olor de la gente en hora pico, los vidrios sucios que impiden ver para afuera, viajar parada… En fin, detesto viajar en colectivo y me di cuenta de esto cuando hace varios años trabajaba por Palermo y tenia 45 minutos de viaje más varias cuadras para caminar.

En esa época decidí que necesitaba un auto.


Jamás tuve un sueldo interesante, pero me propuse ahorrar lo que pudiera y más adelante ver como barajaba algún crédito para comprar mi primer autito. Soñaba, humildemente, con un Fiat 600.


Mi siguiente laburo me quedaba muy cómodo a nivel transporte, a una cuadra de mi casa (la paterna por aquel entonces). De todas formas, los meses que podía, separaba algunos pesitos que si no eran para un coche, para algo los usaría eventualmente.


Así pasaron 3 o 4 años con el sueño de tener un auto, pero era conciente que no solo no lo necesitaba tanto, sino que no lo podía mantener. Y además, a medida que pasaba el tiempo y mis ahorros crecían mis aspiraciones también lo hacían pero exponencialmente. Entiéndase que el Fitito que pretendía en seguidita se transformó en un 147 y así sucesivamente, mientras que con lo acumulado a duras penas compraba una bicicleta.


En el interín surgió la imperiosa necesidad de mudarme. No pude ahorrar nada durante un tiempo, pero andaba contando las monedas ya que quería evitar a toda costa tocar mis míseros ahorros para la mudanza. Y lo conseguí.


Una vez en mi departamento el estilo de vida cambió. Se acabaron los taxis, el fiambre para sandwiches, los zapatos nuevos, los delivery y por supuesto también la capacidad de ahorro. Como me costaba tanto llegar a fin de mes, decidí dejar mis pesitos al amparo de mi padre, para vencer la tentación de hacerlos mierda en el primer shopping que viera. Hice bien.


Para colmo de males, en medio de mi crisis económica, me despiden del trabajo. Son cosas que pasan, yo venía tirando curriculums desde hacía un tiempo porque ya no estaba cómoda y me la veía venir, pero eso no quita que la situación le haya dado un golpe mortal a mi tambaleante economía hogareña.


Y encima, la indemnización se hizo esperar, como es usual…


Nos ajustamos lo más que pudimos y recibimos mucha ayuda de mi familia. Yo les decía que no me dieran plata, que me pagaran algun servicio. Y mientras mi vieja pagaba el cable, mi abuela me llenaba la heladera.


Fue duro. Recuerdo ponerme a llorar al abrir las bolsas y encontrar alfajores, golosinas, fiambre, pan lactal, aceite de maíz, lisoform, bolsas de residuo, pecceto para milanesas… convengamos que son cosas que uno dispensa cuando no tiene un mango…


Volviendo al punto, el sueño del auto estaba cada vez más lejano. Sin trabajo, sin capacidad de ahorro y con deudas no solo no existía la posibilidad de compra, sino que faltaba el sustento para su mantenimiento.


Hasta que un día llegó la indemnización. Y la idea de un trasporte volvió a rondar por mi cabeza.


Charly siempre tuvo moto, entonces empezamos por ahí. A buscar algo similar a lo que le habían robado meses atrás y así tener al menos una comodidad. Nada de lo que veíamos nos convencía y los precios eran altos, así que retomamos la idea del 147. Lo que veía, honestamente, no me gustaba. Sentía que era tirar la plata.


Definitivamente, pretendíamos más. Buscamos por Internet algún golcito, línea vieja. Nos parecía digno para empezar. Y en esa búsqueda separamos algunos para visitar, uno de ellos de los redonditos y por ahí empezamos.


Nunca llegamos a ver el segundo. Llegamos y ahí estaba, paradito en sus 4 ruedas negras, con los vidrios polarizados a modo de gafas de sol y su blancura de novia.


Nos encantó. Lo señamos con una suma irrisoria y 5 días después me convertí en dueña. Y de generosa nomás le regalé la cédula azul a Charly…


Tengo mucho más auto del que una simple laburante como yo podía aspirar. Sé que no es un Alfa Romeo, pero después de un año de tantos sacrificios honestamente no imaginaba poder comprarme un autito como este.


Por mi afán de humanizar las cosas y ponerles nombre, yo lo llamo Tito pero Charly le dice Monchito, y hace un mes y dos días que nos acompaña a todos lados. Me corrijo: que nos lleva.




7 somatizaron conmigo:

M. dijo...

Que lindo! Yo tmb estoy a punto de comprar auto! No aguanto mas el bondi, la gente y toda la pelota!

Felicitaciones!

Ela dijo...

Me olvidé de decir que no se estacionar... Bue, eso me genera un trauma cada vez que tengo que ir con el coche a algún lado solo pienso "y ahí dónde corno lo meto?" así que mejor lo dejo para un próximo post...

Blonda dijo...

jajaj, el bondi, el subte y el adoradisimo tren son mis fieles amigos! Tuve un auto a medias con mi ex que lo perdi en la division de bienes (esa fue la primera vez que me estafaron).
En fin...

Me alegra saber de tu fobia a los puentes, sos la tercera que conozco!! Vamos, que juntas podemos jeje.

besotesssssssssss

NaRa dijo...

Ahora no teenes excusa para visitarme..... Total aca lo subis a la vereda y lsito el pollo ;)

Felicitaciones!!!!!

Besos

Anónimo dijo...

bueno, teniendo en cuenta que el tren te lleva a todos lados en la mitad del tiempo, no se embotella, se estaciona solo y el pasaje cuesta un chiste, algunos todavia toleramos con agrado a esa gentuza olorosa que lo puebla!

Lina dijo...

que ironico, el mismo empleador garca que te saco canas verdes durante algunos años, fue el que te permitio ahorrar los viaticos 8porque llegabas caminando) y te dio el ultimo empujoncito dividido en modicos cheques que se hicieron esperar, pero a eso se lo llama ahorro forzado! asi que, viendo el vasomedio lleno, gracias Edi-CAR!!!

Anónimo dijo...

vamos con ese golcito!!!!!! eso se llama sacarle jugo a todo lo q te rompieron el toto durante los años en ese ambiente insalubre fumando el humo de la señora y los tocadas de culo (literales) del señor
brindemos x tito!

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