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viernes, 6 de noviembre de 2009

Talles especiales

Uno de los temas que más me traumaron a lo largo de mi (corta?) vida es el tema del cuerpo, que incluye peso, centímetros y proporciones, por supuesto…

Por mis venas corre sangre italiana, española, turca y algo más autóctono, como ser sangre aborigen, que nadie me saca de la cabeza que también tengo aunque no es confeso. No se como todo eso se mezcló de tal forma para dar como resultado a esta personita pequeña y petisa, de anchas caderas, piernas firmes, cintura pequeña y pechos ausentes.

Todas esas características se terminaron de definir, sin crecer ni achicarse ni un centímetro alrededor de los 12 años. Por lo cual, viendo los atributos femeninos de mi madre, pasé la pubertad y la adolescencia esperando que mis pechos crezcan. Cosa que nunca ocurrió, claro está!

Pero mucho más que eso me traumaba el ancho y la balanza. Hoy me pregunto por qué, ya que siempre pesé alrededor de 45 kilos, pero los complejos juveniles rara vez tienen explicación.

Entre mis 12 y 18 años me resultaba imposible conseguir jeans. Pasaba horas en el shopping entrando a cada local a probarme pantalones y salía sin suerte. He llegado a probarme talle 42, sin que siquiera cerrara.

Esas salidas al shopping terminaban sin compras y con mucho llanto, y debo reconocer, algunos golpes al espejo también. En ese entonces le hubiera venido bien a mi autoestima que existiera la ley de talles...

Para colmo de males durante esos años se usaban remeras ajustadas y cortas, pero yo jamás mostré la panza más que en la playa, por lo cual hasta conseguir remeras se me complicaba.

Creo que básicamente era una boluda, porque cuerpo para mostrar mal que mal siempre he tenido, sin ser Nicole Newman, disto mucho de ser (o haber sido) María Marta Serra Lima. Pero aprender a convivir con los defectos, aceptarlos y resaltar lo bueno es algo que se logra con los años, muchas veces cuando ya no tenes el cuerpo para mostrarlo tan abiertamente o cuando ya pasarías por ridícula paseando por Baires con el pupo al aire.

Volviendo al punto, los pantalones eran para mi un problema. Me traumaba que no cerraran y que la vendedora se la pasara yendo al depósito a buscar siempre un talle más. Esto, para una adolescente enamorada de la moda, era claramente un problema.

El tiempo pasó y de a poco fui encontrando marcas que me quedaban bien, me fui dando cuenta que tipo de cortes me favorecían y sin darme cuenta cada vez que iba a comprarme un pantalón volvía con un talle menos y siempre pesando lo mismo.

El punto es que actualmente, tal como en mis años púber, no consigo ropa. Por qué? Porque los talles son enormes! Soy un talle 24 en marcas juveniles y me resulta imposible conseguir ropa cuando los talles son mas genéricos, onda 1 – 2 – 3. Olvidate!

Y no comprendo como esos hermosos micro shorts de raso no se adaptan a mis 88 centímetros de cadera pero si a las culonas que superan el metro a la redonda. Sin animo de ofender a las culonas, yo también lo soy en definitiva, pero me parece injusto que algunas prendas no estén disponibles para cuerpos como el mío, que muy por el contrario de lo que la famosa ley de talles dice, es delgado!

Este problemita se traslada también a las remeras, camisas, blazers, corpiños, etc. Todo viene tamaño baño! Por ocuparse de las gorditas se están olvidando de las flaquitas. Insisto, todo bien con las que llevan unos kilos de más encima (de hecho para la moda yo fui una de esas durante mi adolescencia) pero me revienta tener que cambiar cada regalo que me hacen siempre por un talle menos y si no existe dar vuelta el local entero hasta encontrar algo que me quede.

Creo que la ley de talles debería incluir a las más carnosas sin olvidarse de las que, para envidia de muchas, comemos como cerdos sin engordar. Perdón, no lo hacemos a propósito, y estoy segura que con los años y ni hablar de los embarazos esto se revierte, eh!

Menos mal que últimamente ando contando las monedas y no tengo un mango como para gastar en ropa. Al menos no me angustio con este tema. Ser pobre tiene sus beneficios al fin y al cabo…

lunes, 2 de noviembre de 2009

De amor y de traumas…

Trauma…

El diccionario lo define como:

A) Una lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo;

B) Un choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente; y

C) Una emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.

Descartemos A porque todavía no me dieron con nada de lleno en el cráneo… Ahora, B y C son para analizar eh… Hablan de daños, negativos y duraderos y encima van a parar directito al inconciente, donde se esconden muchas veces por años y vienen a salir en el momento menos pensado y de la forma más extraña.

Pero claro, si fueran fáciles de detectar y estuvieran a simple vista los echaríamos del cerebro a fuerza de alcohol o por qué no?, de los golpes que menciona la definición A.


Un lindo ejemplo de trauma para las modelo 80 y pico son nuestras progenitoras, o mejor dicho, lo que aprendimos de ellas…


Yo pasé la niñez entera viendo a mi madre salir de casa maquillada y sobre tacos para ir a trabajar 9 horas y al llegar a casa por la noche, ayudarme con la tarea, cocinar y limpiar sin el mínimo reconocimiento de mi padre.


Hoy me encuentro haciendo algo similar, porque lo aprendí como EL DEBER de toda mujer, pero reclamando que mis esfuerzos sean reconocidos, porque detecté ese defecto en mi padre.

Entonces, cuando mi novio se sienta a comer, devora sin decir palabra y se traslada al sillón incluso antes que yo termine, sin siquiera levantar la mesa y mucho menos haberla puesto con anterioridad y si, me saco… me trastorno y me trauma.


Me molesta, pero lo sigo haciendo. Y sigo justificándolo, “pobreeee esta cansado, trabajo todo el día, fue a la facu…” y aunque yo también haya tenido un día agotador me enseñaron que mi deber está en cuidar de mi pareja, de mimarlo con comida y castigarlo negándole sexo.


Que tonta mi generación, no entendemos nada todavía…

Nuestras madres salían a trabajar y cuidaban de su casa porque entraron en la modernidad a medias, condicionadas por la visión de sus propias madres, que claro, no trabajaban, entonces cuidaban a sus maridos.


Esta generación debería ser más inteligente…

Vimos a nuestros padres exigirles a sus esposas lo mismo que sus nuestras abuelas daban con el plus de traer un sueldo al hogar. Las vimos hacer malabares y aun así no aprendimos nada. Solo entendimos que “lo malo” que hacían nuestros padres era no reconocer esfuerzos…


NOOOO, lo malo era no ayudar en absolutamente nada!!!

Nena, despertate! Si tenes un novio/marido/amante/conyugue que pretende tener un clon de la madre al lado tenes dos caminos: 1- huir (y no te lo aconsejo porque el próximo que encuentres será exactamente igual, al menos que optes por el lesbianismo) y 2- ADISTRARLO, enseñale que a veces podemos estar cansadas, que tenemos derecho a ser mimadas con una cena romántica, que no nacimos con el manual de “Cómo Limpiar Un Baño” bajo el brazo y lo aprendimos como cualquier cristiano, que la ropa no se lava sola y no es sólo meterla en el lavarropas y que si un día los libramos de todo eso por lo menos nos merecemos un masaje.


Bueno, por lo menos las modelo 80 y pico nos damos cuenta.

Será cuestión de empezar a ponerlo en practica… o terminaremos enseñándoles a las nacidas en los 90.

Bienvenid@s!!!

Preparados…
Listos…
YA!

Hace rato me venia dando vueltas en la cabeza la idea de tener un blog.

Para qué? Me preguntaba… Y qué se yo? Para expresarme en lo escrito como siempre he hecho en anonimato y como hice de otras miles de formas a lo largo de mi vida y continuo inventando.

Comunicación 100%. Lo que tanto cuesta que entiendan los hombres… Pero eso mejor lo dejo para algún post futuro, hoy es la bienvenida, the big opening, a este blog que albergará dudas, incertidumbres, broncas, angustias, alegrías, festejos y cualquier tipo de cosa que pueda generarme un trauma. Que sería algo así como la vida, básicamente…

Así que en este humilde acto y cortando la cinta roja, doy inicio a este blog sobre traumas de los modelos 80 y pico…

Bienvenid@s!!!