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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Amores Perros

Si me remonto a mi infancia recuerdo claramente dos cosas que les pedía a mis padres: un perro y un hermano. En un momento llegué a pedirles que elijan, o uno u otro. Siempre se negaron.


Si, soy hija única, niña consentida de papá y compañera de mamá. Pero hoy me voy a explayar en el tema canino.


Desde que tengo memoria que siento un amor incondicional por los perros. Tanto que antes odiaba a los gatos, porque nunca fui un persona con grises. Hoy no los odio, pero definitivamente me quedo con los perros.


Casa donde iba y había perros me tenía ahí, en el piso, jugando con ellos y en seguida venía la repetida petición, siempre con una negativa como respuesta.


Mi abuela paterna tenía a la perrita que había sido de mi padre en su adolescencia. Para cuando yo vine al mundo ya era viejita, pero cómo la amaba y cómo lloré cuando me dijeron que había muerto. Hace poco supe que estaba enferma, es verdad, pero que la sacrificaron antes de tiempo porque para mi abuelo ya era un problema y mi abuela no tuvo opción. Ese día volví a llorar por Carolina…


Mi mamá se crío con perros toda la vida, los tuvo de todas las razas. Yo recuerdo a dos hembras negras, una belga y una doberman, que me dejaban hacerle cualquier cosa cuando visitaba a mis abuelos.


Cuando tenía diez años, para una navidad, recibí de parte de mis tíos y abuelos maternos una hermosa caja con un moño rojo. Recuerdo que me dijeron “agarrala bien, cuidado que se rompe”. Sentí el peso de esa caja en mis manos sin la menor idea de lo que pudiera contener. Quite el moño y al abrirla vi una pulguita negra y marrón que llorisqueaba. Era una perrita pequines de 40 días y fue amor a primera vista.


Para mi se detuvo el mundo. Era el mejor regalo que me pudieran haber hecho, era un perrito, lo que tanto había ansiado, sería mi compañera, dormiría conmigo, la llenaría de mimos y un montón de promesas que hice para mis adentros mientras la besaba y acariciaba. Me dijeron que le ponga un nombre, y sin pensarlo dos veces dije Reina, como en “La Dama y El Vagabundo” quien también había sido un regalo navideño en una caja con moño…


El idilio duro muy poco. Minutos.

Mi viejo dijo “ese perro a mi casa no entra”.

Pensé que su reacción era por la raza. Sabía que a mi papá no le gustaban mucho los pequineses. A mi tampoco en realidad, pero ya eso no importaba, ya me había enamorado.

Imploré que recapacitara de su decisión como poca veces. Prometí todo con tal de que Reina sea parte de mi vida. Su respuesta seguía siendo No. Creo que esa noche lloré más lágrimas de las que pensé que tenía. Cómo la navidad perfecta se transformo en la peor de mi vida? Y mientras yo lloraba y odiaba a mi padre, él se entretenía puteándose con mis tíos y abuelos por el regalo no autorizado.


Acá hago un paréntesis. Creo que un perro no es un regalo para hacer sin consultar. Creo que ningún niño debería crecer sin perros, en especial cuando los pide. Creo que cuando las cosas ya están hechas no se pueden deshacer tan fácilmente y romper así el corazón de un niño. Creo también que mi papá es una persona especial, que me trauma en muchos planos, y como es evidente, desde muy pequeña.


Obviamente me fui sin Reina y con el alma aguada. Ella se quedo con mis tíos, que la trataron siempre como a una reina, pero la llamaban Canela.


Los años pasaron y yo seguía reclamando un perro a mis padres, pero cuidándome bien de no recordarles el episodio con la pequinesa porque hubiera despertado la sensible ira de mi viejo.


No se en qué punto me resigné y empecé a pensar que cuando tuviera mi propia casa definitivamente tendría un perro. Y cómo me habrá marcado la infancia Reina y “La Dama y El Vagabundo” que siempre quise una cocker, dorada y hembra.


En mayo de este año mi nuevo hogar me abrió las puertas, no solo de mi nueva residencia, sino de un lugar donde rigieran mis reglas.


Durante meses (incluso antes de mi mudanza) busque por internet a la perrita que yo quería, pero se hizo difícil, porque la gente cruza mal a los animales y nacen cachorros con manchas donde no corresponden.


En esa época yo estaba fuera de casa todo el día y por primera vez comprendí (en parte) el motivo de la negativa de mis padres. Cómo encargarse de un perro, en especial cuando es cachorro, si no estás en todo el día?


Tres meses después llego mi despido y el concubinato ya era oficial. Charla de por medio, decidimos tener un perrito. Mi condición fue hembra, pero con la raza no hubo acuerdo, así que orientamos la búsqueda a un perro sin raza.


Una noche quedé en cenar con una amiga que no veía desde hacia un tiempo. Vino a casa y pizza va, cerveza viene me cuenta que sus perros se cruzaron sin querer y que tenía 8 cachorros de 35 días para regalar.


Creo que se me transformó la cara. Quise en una sola y trabada frase decirle que había estado buscando cachorros, que queríamos hembra, que no nos importaba que fuera una cruza y que me cuente ya como eran esos bebés, porque si o si uno seria mío.


Me contó que habían nacido cuatro hembras y la misma cantidad de machos, y que tenía disponible 3 hembras negras, dos iguales y una con el pecho blanco, ya que los demás estaban prometidos. Me ofreció ir en ese mismo momento a verlos y casi acepto, pero en un instante de lucidez entendí que sería mejor esperar a mi novio para decidir juntos.


Al otro día al mediodía fuimos. Había dejado a las tres hembras sueltas y apartó a los demás para que no nos confundiéramos. Una de ellas se escondió detrás del futón y no salió hasta que nos fuimos. Otra no nos dio bolilla y se durmió enseguida. La tercera, la del pecho blanco, fue la que nos vino buscar a la puerta y nos llenó de besos. Pasaba de mis brazos a los de mi novio pidiendo mimos y nos compró.


Así fue como Mía nos eligió a nosotros, y no al revés. Cuando dijimos “es ella” lloré. Pero esta vez de alegría. No podía creer haberla esperado toda la vida. Sólo quien ame a estos bichitos como yo me entiende.


Es cierto que no es fácil educar a un cachorro y que toma tiempo y dinero encargarse de un perro. Es verdad que hay veces que me dan ganas de matarla y la amenazo con publicar en Facebook su adopción. Pero llena mis días de alegría, pide mimos todo el tiempo, es super compañera, no me deja sola nunca, me recibe con besos y abrazos (si, abrazos) y mueve la cola cuando le hablo con cariño.


Su nombre ya estaba elegido de antemano, pero a mi novio y a mi amiga no les gustaba. Les dije que lo iba a pensar… Mientras tanto, mi amiga ponía en una bolsita algo de alimento, un huesito y la correa que había sido de su madre. Cuando me da la bolsa leo impresa en ella “Perfumería MIA”. Estaba predestinado. Ese era su nombre, porque las casualidades no existen.


Esta es la historia de cómo me convertí en mamá, de cuánto esperé a Mía y de lo mucho que la amo, mejor dicho, que la amamos, porque es Mía, aunque es nuestra.



2 somatizaron conmigo:

M. dijo...

Que gorda hermosaaaa! Y ella los eligio a ustedes, me paso con uno de mis 3 perros, y es un momento tan lindo!

Amo los perros!

Te felicito por ese bombon de cachorra que tenes!

Lina dijo...

Ela me hiciste llorar....la tragedia de los hijos: vivir bajo las absurdas reglas de los padres, jeje

Pero todo en la vida nos prepara, todo lo que la deseaste hace que la ames mucho mas, o no???
y doy fe de los abrazos, son reales!!!!

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